Cecilia Báez tenía 35 años, el sábado por la noche se estaba inyectando, por su cuenta y sin asistencia médica, siliconas en uno de sus glúteos, cuando se descompensó y debió ser trasladada por unas amigas al Hospital Penna, donde falleció.
Carolina Martínez, delegada de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTA) en la ciudad de Bahía Blanca, tenía trato con Báez, quien vivía en el barrio Spurr, un sector de bajos recursos ubicados en las afueras de dicha ciudad.
«Hay que terminar con estas prácticas ilegales y con las infiltraciones de silicona líquida que tarde o temprano se pagan muy caro. El Estado debería hacerse cargo de estas operaciones», dijo Martínez, quien agregó que pese a la vigencia de la ley de identidad, las personas que realizan esta práctica todavía no tienen un acceso pleno e integral a la cobertura de salud. Martínez reveló que Baéz era asistida con alimentos y preservativos por parte de ATTA.
Báez, a quien apodaban Caramelito y era muy conocida en el ambiente trans de Bahía Blanca, vivía sola, y se están rastreando, tanto desde la Policía como desde ATTA, sus vínculos familiares en la provincia de Chaco, de donde era oriunda. Por esta razón, el cuerpo aún permanece en la morgue y no ha podido ser entregado.
AGENCIAS