El excongresista estadounidense Ron Paul opina que el proyecto de ley aprobado por el Congreso sobre la prestación de garantías crediticias a Ucrania por valor de 1.000 millones de dólares es «un mal acuerdo» para todos, incluso para los ucranianos.
En su artículo, publicado en el portal Antiwar, el tres veces candidato presidencial precisa que esos 1.000 millones de dólares saldrán del bolsillo de los contribuyentes estadounidenses y además esa ayuda financiera tampoco resultará buena para los propios ucranianos. «Ni un ciudadano necesitado de Ucrania recibirá ni un centavo de ese dinero porque esos fondos se destinarán a rescatar a los bancos internacionales que poseen la deuda del Gobierno ucraniano», explica el político.
Según los términos del plan del Fondo Monetario Internacional (FMI) diseñado para Ucrania, la vida está a punto de hacerse mucho más difícil para los ciudadanos ucranianos, opina Paul. El Gobierno congelará cualquier aumento salarial, aumentará significativamente los impuestos y el costo de la energía. «El dinero [de las ayudas] se lo quedarán los banqueros y el FMI tendrá un control total sobre la economía ucraniana».
El mencionado proyecto de ley también autoriza la asignación de fondos de los contribuyentes estadounidenses para la financiación de las ONG que «promuevan la democracia» y de los medios de comunicación dedicados a la promoción del Gobierno de EE.UU. y de sus intereses en Ucrania.
Según el republicano, EE.UU. «ha estado promoviendo la democracia» en Ucrania durante los últimos diez años, pero esa promoción no parece haber resultado buena para la población del país. Paul recuerda que el reciente derrocamiento del Gobierno democráticamente elegido en Ucrania es un antagonismo de la democracia, cuyos principios suponen el cambio del poder de acuerdo con los resultados de elecciones libres y justas.
«Lo que es sorprendente es que el Gobierno de EE.UU. estaba del lado de los manifestantes. Si realmente nos importara la democracia, no habríamos apoyado a uno ni a otro lado, ya que no es de nuestra incumbencia», opina Paul.
No obstante, «Washington no quiere hablar de sus propias acciones que llevaron al golpe de Estado y en su lugar, se centra en criticar la reacción de Rusia a una crisis instigada por los estadounidenses en los países vecinos de Rusia».
Dicho proyecto de ley aprobado por el Congreso también amplía la gama de sanciones contra Rusia por su apoyo al referéndum en la península de Crimea, donde la mayoría de la población votó a favor de unirse a la Federación Rusa. «EE.UU., que participó en la revisión forzosa de las fronteras en Serbia y en otros países del mundo, de repente declara que las fronteras internacionales de Ucrania no pueden ser reconsideradas», se lamenta el excongresista.
«Aquellos de nosotros que somos menos entusiastas acerca de la imposición de sanciones, las elecciones manipuladas y el envío de nuestras tropas al extranjero, somos criticados por ser antipatrióticos», subraya Paul, que recuerda que algo similar ya ocurrió en el pasado, cuando muchos estadounidenses se opusieron a la guerra de Irak, la invasión de Libia y la intervención en otros países.
El político concluye que «lo mismo está sucediendo de nuevo ahora con aquellos que no quieren entrar en otra guerra fría, o caliente, con Rusia a causa de una pequeña península que no significa absolutamente nada para EE.UU. o su seguridad».