El histórico acuerdo gasístico entre Moscú y Pekín abre nuevas oportunidades económicas para Rusia y muestra errores de cálculo político de la Casa Blanca, opina el analista político estadounidense Dimitri Simes.
El contrato entre los gigantes estatales ruso y chino Gazprom y CNPC fue formalizado en el marco de la visita a China del presidente ruso, Vladímir Putin, y entrará en vigor en 2018. El montante anunciado del acuerdo es de 400.000 millones de dólares. El pacto estipula el suministro de hasta 38.000 millones de metros cúbicos anuales de gas al país asiático durante 30 años.
«Es evidente que este acuerdo ofrece nuevas oportunidades económicas para Rusia y fortalece su posición, incluso en su diálogo con la UE», comentó a RIA Novosti el presidente del estadounidense Centro para los Intereses Nacionales, Dimitri Simes. A la vez señala que «no es un acontecimiento que EE.UU. pueda aplaudir».
Según el politólogo, a pesar de que el acuerdo se discutió durante mucho tiempo y estuvo acompañado de ciertas dificultades, supone una «victoria» tanto para Rusia como para China. Además, igual que el proceso de reunificación de Crimea con Rusia, ese contrato puede considerarse «un error de cálculo político de la Administración Obama», dijo.
Obama es uno de los creadores de este acuerdo
Para Simes es evidente que el acercamiento entre Moscú y Pekín ocurre en el marco de la confrontación de EE.UU. «La manera cómo el presidente Obama provoca [la confrontación] con sus acciones, y en el momento menos adecuado, cuando el presidente Putin planea visitar China, me hace pensar que el Gobierno de Obama no tiene ninguna planificación seria de la política interna y que carece de sentido de la realidad en política exterior», indica el experto.
Simes dice que el presidente Obama es «uno de los creadores de este acuerdo». Su actitud provocadora de tratar a Rusia y a China como países débiles «empujó a Pekín y Moscú hacia una cooperación más estrecha», opina.
El politólogo ve como una prueba de este tipo de errores del líder estadounidense el hecho de que la víspera de la llegada de Putin a Shanghái Washington anunció cargos penales contra varios militares chinos de alto rango a los que acusa de espionaje cibernético contra EE.UU. «Algunas personas [en EE.UU.] hacen lo que les apetece porque eso suena bien en la plataforma política interna, sin pensar en las consecuencias de ello en la política exterior», sostuvo.