Cuando me embaracé de mi segunda hija me asaltó una duda perturbadora, ¿sería yo capaz de quererla tanto como a la primera? Aunque en mi fuero interno estaba segura de que sí, en ese momento no era capaz de imaginarme el sentimiento.
Y llegó la segunda y la tercera. Las quiero igual pero yo he sido diferente.
Me explico, con la primera era el estrés personificado, hacía lo que el libro, mi mamá y el doctor me decían. Me metí a cuanta clase nos aceptaban juntas, arte, natación, música (aunque siempre terminaba bailando sola).
Me sentía culpable por todo (creo que a consecuencia de la falta de sueño y no porque fuera mala madre).
La llegada del segundo bebé
Con la segunda, me relajé, es increíble la diferencia entre uno y el otro. Es de lejos más fácil que el primero. Si llora no te angustias tanto, no me metí en clases en las que me aburría, pero al mismo tiempo me preguntaba si era justo que recibiera un trato «diferente».
En contrapartida, mientras que con la primera iba a trabajar en la oficina, con la segunda trabajaba desde la casa.
Y no es que lo hiciera como algo compensatorio, es que así eran las cosas y eso no podía cambiarlo, como tampoco mi experticia. Al menos tenía que poner en práctica mis conocimientos maternos en distintas circunstancias. Mi amor era el mismo, el lugar y las circunstancias, no.
Cuando se quieren dos, también se quieren tres
Después vino la tercera, ¿se puede querer aún más? por supuesto que sí, me siento afortunada de disfrutar esta ternura por tres. Verlas pasar por las diferentes etapas y saber que voy a tener la dicha de experimentarla una vez más.
Lo más difícil es ejercer de árbitro. Las tres son muy pequeñas, no se le puede pedir madurez a una criatura de 8 años, y aunque no quiero que se consuma en peleas tontas por un juguete, al mismo tiempo no puedo darle la razón a la segunda en todo.
La bebé en estos momentos demanda más tiempo que las otras resienten y que me toca compensar de otra forma porque no basta con que yo diga que las quiero por igual, ellas tienen que sentirlo así.
La enseñanza con esta historia es que si vas a tener más de un bebé, disfruta cada etapa y aplica lo que hayas aprendido de tu embarazo anterior. No te preocupes por las cosas o circunstancias que no puedes cambiar. Cada hijo te brindará experiencias distintas.