Y allí estás, en el centro de la sala de partos, con la boca abierta y vacía de palabras. Cuando te entregan al nuevo integrante de la familia, estás en shock. Tu recién nacido no es precisamente un manojo de belleza. «Es un monstruito arrugado», piensas y no puedes evitar sentirte un mal padre. Pues no te aflijas, no eres el único. Pero, ¿por qué los bebés son feos cuando nacen?
La verdad
Déjame preguntarte algo, ¿cómo crees que te verías luego de pasar entre 9 y 10 meses sumergida en líquido amniótico? Me aventuro a decir que no serías Miss Universo. ¿Y si luego tuvieras que salir al mundo a través de un tubo un poquito más estrecho de lo que te gustaría? Bueno, convengamos que esto no mejoraría mucho tu aspecto.
Presión social
Una encuesta reciente realizada por Daily Mail reveló que un quinto de los padres piensan que su recién nacido es feo. Ahora bien, solo el 8% de ellos lo confesaría abiertamente. Pero, ¿por qué? Y es que la sociedad ejerce una fuerte influencia en este asunto, casi sin que nos demos cuenta. Desde esta perspectiva, ser un buen padre no es tan solo una elección personal, sino también una obligación social. Entonces, reconocer la fealdad de nuestro retoño es sentido, en esencia, como una falta a esta obligación.
Frases salvadoras
Las invitaciones a conocer al recién nacido de algún ser querido nunca faltan. Por eso, queremos sugerirte algunas «frases salvadoras» para que digas, sin traicionar a la verdad . Prueba, por ejemplo, con «estoy sin palabras». Todos darán por sentado de que la emoción -y no la fealdad- ha sido la responsable de tu silencio. «¡Dios mío!» también puede salvarte el pellejo, dado que puede ser interpretada como una exclamación de felicidad.
El aspecto de un bebé es el fiel testigo de que dar a luz no es lo único complicado; de hecho, nacer no debe ser nada fácil. Por otro lado, ahora que conoces la raíz social a tu decepción, no te sientas culpable. Puede ser que, después de todo, tu bebé no sea la belleza personificada. Y eso no tiene nada de malo, siempre que tengas una frase salvadora a mano, claro.