En Oriente, una mujer vive con un solo hombre durante toda su vida en relaciones, a menudo, impulsadas por la propia familia. En Occidente, y especialmente durante las últimas décadas, sucede todo lo contrario: las parejas van y vienen, intercaladas con ciertos períodos de soltería, algo que muchos se han atrevido a achacar como consecuencia de la liberación del ego, mientras los más científicos aseguran que nuestro ADN no está programado para amar a un solo hombre o una sola mujer en toda nuestra vida.
Pero antes, vamos a desentrañas las claves acerca del por qué tenemos tantas parejas.
La libertad y sus daños colaterales
En países como la India, una mujer es entregada a un hombre -a veces elegido por catálogo – y a su familia, privándola de total libertad para elegir, decidir o realizarse a sí misma. En ocasiones surge el amor y se mantiene durante toda la vida. En otras, la apariencia o tradición son las peores máscaras del amor impuesto. Hasta no hace tanto, estas costumbres también eran usuales en Occidente, quizás de otro modo, pero enfocadas hacia un mismo fin.
Hoy día, los occidentales tenemos la sensación de haber besado muchos labios y fracasar en muchas relaciones. A cambio de ello, somos personas más exitosas, «realizadas» y sociables, por lo que esta duda se nutre de varios motivos:
En primer lugar, hoy día tenemos más libertad. Aumentan las posibilidades de triunfar, de encontrarnos a nosotros mismos, de viajar o de conocer, y es por ello que nos volvemos más ambiciosos y menos tolerantes, anteponiendo ese trabajo en el extranjero a la felicidad de la pareja, por ejemplo.
La libertad también implica la posibilidad de conocer a muchos hombres o mujeres en diferentes entornos (desde el trabajo hasta salidas con amigos), lejos de la presión social de antaño, además de otros derechos como el divorcio. Todo es libertad, posibilidad de elegir y de avanzar, y es aquí precisamente donde comienzan las (justas) razones de que tengamos muchas parejas.
La libertad o la ausencia de un patrón ideológico invitan a una menor tolerancia ante los errores de la pareja al mismo tiempo que nos permite disponer de nuestra propia economía. Por otra parte, las nuevas tecnologías se han convertido en perfecto vehículo de celos y malentendidos, pero también un mundo nuevo de citas y posibilidades de «amor a la carta».
Según la web Twenties Unscripted, en la vida tenemos varios tipos de relación: la perfecta, la indefinida, la (más) sexual, la dolorosa o la definitiva. La vida se convierte en un ejercicio de evolución que comienza en el descubrimiento del amor hasta continuar un proceso en el que siempre parece sobrevivir la incorfomidad hasta que, una vez alcanzamos cierta edad, se abren horizontes o infiernos a la hora de encontrar la persona definitiva, esa relación sobre la que aplicaremos todas las lecciones aprendidas. Todo esto no sucede en las culturas del este. ¿Por qué? Por la simple falta de libertad.
Por último, tenemos las rigurosas hipótesis científicas. Por ejemplo, el psicoanalista Christopher Ryan asegura que en la época de la prehistoria, el sexo se compartía como la comida, mientras otros se han atrevido a asegurar que el modelo occidental y la monogamia han opacado la posibilidad de que la sociedad mantenga varias relaciones paralelas de diferentes matices y al mismo tiempo.
Tener muchas parejas a lo largo de la vida, ¿es malo?
Los nuevos tiempos nos aportan una mayor tolerancia y libertad que nos hacen tener muchas parejas en la vida. ¿Acaso esto es malo? No, pero con reservas. Muchas veces las parejas no nos atrevemos a afrontar ciertos problemas por cansancio, o por falta de voluntad, desembocando en una huida hacia ese mundo tan permisivo o bien luciendo máscaras toda nuestra vida. ¿Y en medio de tantos cambios? Un amor que siempre fue, es y será atemporal, sea en Oriente u Occidente.