La maternidad es una especie de montaña rusa, tiene sus altos, sus bajos, sus momentos de adrenalina, de miedo, de terror absoluto, de alegría, de alivio, sus momentos lindos y feos. Puede que desde afuera la maternidad parezca estupenda y maravillosa pero como dice el dicho, «no todo lo que brilla es oro». Si bien la maternidad es una experiencia hermosa también existen los momentos difíciles.
Puede que para todas las madres no sean feos los mismos momentos, pero en general se repite, hoy te propongo explorar algunos de ellos.
Sentimiento de culpa
Creo que la maternidad viene junto con el sentimiento de culpa, es algo de lo que las mamás no nos podemos desprender.
Nos sentimos culpables por muchas cosas, muchas veces sin sentido, otras con sentido. Sin duda alguna, de tanto en tanto, tenemos que mirar desde afuera nuestra situación y replantearnos si es necesario sentirnos así o no. Pero, por más que lo pensemos mil quinientas veces en frío, cuando el sentimiento de culpa asome ¡seguro que nos pega con todo!
Demandas interminables
Los primeros años de la maternidad son muy difíciles, una deja de ser una misma para transformarse en mamá las 24 horas del día, los 365 días del año. Ya no hay tiempo ni para ir tranquila al baño, seguro que apenas cierras la puerta escuchas una manito que la golpea y la vocecita más tierna que dice «Mamáaaaa».
Las conversaciones ya no son lo que eran, es imposible mantener un dialogo fluido con una persona cuando tu pequeño, o pequeños, están presentes, seguro que necesitarán de tu atención para algo.
Las demandas son interminables, pero son parte del trabajo full time de ser mamá, así que una lo asume sin pensarlo demasiado y deja esas cositas que le hacían feliz, como por ejemplo pintarse las uñas, para otro momento.
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El miedo
Creo que el miedo es más que un momento, el miedo nos persigue a las madres tanto como el sentimiento de culpa, vienen casi que de la mano. Una puede manejar el miedo que se relaciona con una misma, pero cuando está ligado a nuestros pequeños es casi imposible manejarlo.
Las hormonas a flor de piel
Cuando una está embarazada, las hormonas están «a flor de piel», pero después de que tu bebé nace parece que esa sensación no se va. Una se vuelve más que sensible con todo lo que se relacione con la maternidad y muchas veces hasta lo más mínimo es un disparador de esas lágrimas de felicidad o de las otras.
Es inexorable
Una vez que se es madre y una decide serlo en cuerpo y alma, no hay vuelta atrás, es inexorable.
No se puede decir, «tengo un mal día, me voy a dormir, no quiero saber más nada con el día de hoy», porque ya no estás sola, hay alguien que depende de ti. Hay que salir adelante y rearmarse en el camino, es abrumador, pero la maternidad es así, un montón de sensaciones y momentos que si bien tienen sus bajos tiene muchos altos y satisfacciones.
Todas podemos tener un mal momento, pero siempre hay que tener en cuenta que cualquiera puede tenerlo, eso no nos hace una mala madre, nada es para siempre, mañana será otro día. Nunca olvides que tus hijos te aman, nunca podrán dejar de quererte porque eres la mamá que los cuida, ama y protege, y que obviamente, puede equivocarse o tener un mal momento.