En los últimos años, la implantación de las redes sociales ha sido de tal calado que, hoy día, a la mayoría nos cuesta imaginar cómo nos relacionaríamos sin WhatsApp, Facebook o Twitter.
Estas y otras herramientas digitales nos permiten estar en contacto permanente con gran número de personas, pero también han multiplicado las posibilidades de enfadarnos con un amigo, compañero o familiar, además de precipitar un sinfín de separaciones. Este artículo tratará de demostrar, los principales riesgos de las relaciones en la red que gestionamos a través de nuestro ordenador o teléfono inteligente. Una de las sorpresas que se llevaron los primeros fabricantes de móviles fue descubrir que los usuarios los acabarían usando más para mandarse mensajes de texto que para llamar por teléfono.
Con la irrupción de WhatsApp, Messenger y similares en los dispositivos con tarifa plana, la gratuidad ha propiciado una bacanal de mensajes de todo tipo que llegan a nuestro bolsillo a cualquier hora del día o de la noche. Más allá del estrés que provocan los grupos de conversación o las constantes interrupciones durante el trabajo, la urgencia a menudo se nos exige respuesta inmediata y el exceso de estas comunicaciones presentan los siguientes riesgos:
Exposición a la curiosidad ajena
En cualquier momento puede aparecer un mensaje íntimo en la pantalla de nuestro smartphone, que si está sobre una mesa atraerá la mirada de nuestro jefe, pareja o amigos.
Dispersión en actos sociales
Aunque muchas personas ocultan su enfado, la continua «desconexión» del interlocutor para atender lo que pasa en su teléfono genera irritación, además de una interacción de baja calidad.
Horas inusuales de conexión
Estos programas permiten que otros sepan los momentos en los que tienen lugar las comunicaciones, lo cual genera desconfianza en las parejas y no pocas trifulcas. Sobre esto último, un estudio publicado en CyberPsychology and Behaviour Journal calculó que la aplicación WhatsApp ha ocasionado ya 28 millones de rupturas entre usuarios, sobre todo por discusiones que tienen que ver con la última conexión de la pareja, o por la sospechosa falta de respuesta tras un «doble check», la señal que avisa de que el mensaje ha llegado a su destinatario y que muchos interpretan erróneamente que significa que el mensaje ha sido leído.
Lo que consideramos un entretenimiento y un punto de encuentro con amigos, mal utilizado puede convertirse en una amenaza para nuestra imagen y en una fuente de conflictos personales. Veamos algunas medidas de higiene para que el uso de las redes sociales no perjudique nuestra vida privada:
Limitar el tiempo de conexión
Alguien permanentemente pegado al smartphone o al ordenador se vuelve odioso para su pareja y levanta suspicacias en el puesto de trabajo. Establecer un horario de conexiones que no sea invasivo con la vida no virtual sería el primer paso para un uso razonable de los dispositivos tecnológicos que nos rodean y que tan útiles pueden ser si son inteligentemente gestionados.
Vigilar el acceso a nuestra intimidad
Puede parecer divertido tener mil amigos en Facebook o Twitter, pero si damos información privada, debemos tener en cuenta todas las personas que van a tener acceso a ella y controlar el nivel de la misma.
Evitar la dispersión
Es preferible dedicar una hora al día, de forma continuada, a actualizar nuestras redes que el continuo «entrar y salir» que nos agota mentalmente y no nos deja concentrarnos en lo que estamos haciendo, incluyendo nuestra vida íntima. Atrapados por la cultura de la inmediatez, para muchos usuarios en especial, los más jóvenes el correo electrónico empieza a ser visto como algo obsoleto. No tiene límite de pulsaciones, por lo que escribir un buen mensaje lleva su tiempo. Y eso es algo que nos hemos convencido de que no tenemos. Frente al tuit o al «me gusta», escribir un correo electrónico lo suficientemente largo equivale hoy día a mandar una carta, con todas las posibilidades que ello ofrece.
AGENCIAS