Cuando un niño de un año empieza a caminar parece muy vulnerable e indefenso, pero al mismo tiempo tiene la habilidad de tocar y explorar todo lo que encuentra, caminar por cada rincón, subir, bajar… y también caerse.
¿Eres de las mamás que salen corriendo en ayuda del pequeño cada vez que se cae? Si tu respuesta es afirmativa, déjame que te comente que no es necesario que salgas en su ayuda a toda prisa cada vez que se caiga. Te explico por qué, a continuación.
¿Proteger o sobreproteger?
Cuando un hijo se cae al suelo, el corazón de toda mamá da un vuelco enorme. Las primeras veces que ocurre es inevitable que salgas corriendo a ayudar a tu pequeño y a recogerle del suelo, el instinto materno aflora para protegerlo.
Que tengas miedo de que tu hijo se haga daño al caer es algo lógico y normal pero, ¿siempre que se cae o se tropieza se hace daño realmente? ¿O podría levantarse por sí mismo y aprender de la caída?
Su proteges a tu hijo en exceso puedes caer en el error de la sobreprotección y limitar su aprendizaje por evitarle que se lastime con cosas cotidianas.
Vigilancia constante pero sin sobreproteger
Es algo que no tiene discusión, un niño que está empezando a explorar el mundo que le rodea necesita una vigilancia constante por parte de sus padres. El niño que explora, no controla aún del todo sus movimientos ni entiende de peligros, por lo que todo debe estar bajo la supervisión de los progenitores.
Es por este motivo que como padres deben vigilar al niño para evitar que se haga un daño importante, pero sin poner límites de exploración. Mensajes del tipo: «Eso no», «te vas a hacer daño», «deja eso que es peligroso», le cohíben a un niño su instinto de descubrir el mundo.
Es mucho más provechoso que como padres le acompañen en su exploración para que vea que puede tener iniciativa, sin tener la sensación y el miedo constante de que todo lo que hace está mal o es peligroso.
Por tanto si tu hijo se cae y no se hace daño o no mucho, él te mirará para saber si tiene que llorar o no, así que deberás ser fuerte y no correr en su ayuda. Piensa que si tu hijo te ve con cara de susto o preocupación y además corres a recogerle, le estarás dando importancia a algo que no la tiene y no dejarás que tu hijo aprenda y se recupere por sí mismo.
En cambio si le sonríes y le dices, por ejemplo, «levántate cariño, que fuerte eres», se pondrá en pie y seguirá como si nada hubiera pasado. Y cuando se vuelva a caer si no se ha haga daño, te mirará, se levantará y seguirá jugando sin problemas.
La próxima vez que tu hijo se caiga, piensa antes de ir corriendo a recogerlo si la caída no fue tan grave. Las caídas también son oportunidades para aprender y crecer.