¿Por qué los niños mienten?

Si tu niño fuera Pinocho, su nariz tocaría el techo. Y es que vive de una mentira a otra. ¿La verdad? Estás bastante preocupada de que esto se convierta en un hábito vitalicio. Pues, primero que nada será mejor que conserves la calma. Siéntate cómoda, respira profundo y prepárate para conocer la razón por la que los niños mienten.

El origen

A los tres años, los niños se inician en el arte de la mentira, dado que comienzan a percibir que tienen la habilidad de inventar información y utilizarla para su beneficio. En general, entre los cuatro y seis años, los más pequeños se hacen expertos en engañar e incurren en este hábito cada vez con más frecuencia. Así, diversos estudios han demostrado que en promedio un chico de cuatro años miente cada dos horas, mientras que uno de seis años lo hace cada noventa minutos.

La verdad sobre la mentira

Lo cierto es que los niños pueden incurrir en el engaño por una gran multiplicidad de motivos. Así, tienden a hacerlo cuando realizan alguna travesura y desean evitar sus terribles consecuencias. También, pueden mentir con la intención de explorar la reacción de sus padres. Por otro lado, es frecuente que los más pequeños mientan con el solo propósito de llamar la atención. Asimismo, engañan para manipular una situación determinada y obtener lo que desean -he aquí la explicación para frases como «pero, papá sí me deja comer caramelos en las mañanas»-.

La solución

Hay mentiras y mentiras. Así, no tienes que desalentar aquellas que son inofensivas y representan, más que nada, un fruto de la creatividad infantil. No hay nada de malo con que tu hijo imagine seres extraordinarios o invente historias mágicas. Ahora bien, cuando la mentira se convierte en un modo de encubrir la realidad o manipularla, es fundamental que tomes cartas en el asunto. ¿Cómo? Pues, explicándole el valor de la honestidad. Para ello, puedes valerte de la historia conocida como «El pastor mentiroso». Otra estrategia consiste en alentarlo cuando diga la verdad. Para un pequeño, no hay nada más gratificante que la aprobación de un padre contento.