Las acusaciones infundadas de EE.UU. sobre la implicación de Rusia en el conflicto ucraniano son un intento de demostrar que Washington todavía cabalga, pero indican que no le gusta el rumbo independiente de paz y de cooperación adoptado por Rusia.
La precipitación con la que EE.UU. impuso y luego amplió sanciones a empresas y funcionarios rusos basándose en publicaciones calumniosas aparecidas en YouTube y redes sociales demuestra que los motivos reales de esas medidas de castigo no coinciden en absoluto con los que alega el Departamento de Estado.
En una nota para Vesti.ru el politólogo Alexánder Safrónov enumeró cuáles son esos motivos, más allá del pretexto formal para presentar acusaciones que supone Ucrania. Todos estás relcionados con decisiones tomadas dentro del rumbo político independiente de Rusia que a menudo irritaron a los dirigentes estadounidenses.
Rechazo a la invasión de Siria
El primero de los resentimientos lo expresó la exsecretaria de Estado Hillary Clinton recientemente recordando a los espectadores de CNN un episodio ocurrido hace dos años. «Durante la cumbre del G20 en México en 2012 (…) teníamos muchas esperanzas (no como personas realistas, sino como idealistas) de que Rusia contribuiría a hacer realidad nuestro deseo de poner fin al Gobierno de Bashar al Assad en Siria».
Así, dejando a un lado los aspectos formales de aquella reunión, el mayor desengaño que provocó Putin fue que se negó a apoyar la agresión de Occidente contra Siria. La actitud de Rusia sumada a los esfuerzos diplomáticos posteriores, apoyados en la ONU por China fue el factor clave que frustró los planes de EE.UU. y sus aliados de hacerse con el control de otro país de Oriente Próximo.
Acercamiento con países europeos
Desde 2007, cuando Rusia acordó con Italia la construcción de un nuevo gasoducto que esquivaría el territorio de Ucrania, hubo varias demostraciones de que Washington no quería aceptar el proyecto y no estaba dispuesto a permitir su viabilidad. En un artículo publicado por la revista francesa ‘Atlántico’, el experto permanente en temas geopolíticos, el general Jean-Bernard Pinatel, explicó la lógica que obliga a los dirigentes estadounidenses a obstaculizar tanto el trazado de este gasoducto, bautizado South Stream, como el resto de los proyectos que levantan puentes entre Moscú y Europa:
«El mayor temor de EE.UU. es una alianza de Rusia con Europa, porque ataría las manos a Washington», dijo el militar retirado. «Si tuviera lugar una alianza de Rusia con Occidente la época del dominio mundial indiscutible de EE.UU. llegaría a su fin. Entonces EE.UU. no podría inmiscuirse impunemente en los asuntos de otros países y perdería la posibilidad de amoldar el derecho internacional a sus intereses».
Inquietante cooperación con China
Pese a los intensos contactos del Departamento de Estado con Pekín y a los intentos de ignorar la importancia de Rusia en Asia Pacífico, en realidad Washington está perdiendo influencia sobre el gigante asiático. Una vez perdido el control sobre el suministro de hidrocarburos, se pierde la herramienta clave de presión a China.
El marcador principal de la emancipación definitiva de la segunda economía más grande del mundo es el contrato a largo plazo de suministros de gas a China firmado con Rusia el pasado mayo. Moscú y Pekín acordaron recientemente su cooperación también en otras áreas, algunas de las cuales pueden considerarse estratégicas. El analista político Pepe Escobar a su tiempo señaló a RT que «esta cooperación ruso-china es una visión inquietante para EE.UU.».
Venganza por el asilo a Snowden
El enojo número cuatro tiene que ver con Edward Snowden, el excontratista de la CIA que encontró asilo en Rusia tras revelar los secretos del sistema de vigilancia general de los servicios secretos. EE.UU. prefiere desenmascarar a ser objeto de desenmascaramiento, advertían varios expertos ya al principio de la historia.
Los conflictos con los países de Europa, sobre todo con Alemania (donde incluso la canciller Angela Merkel fue sometida a las escuchas estadounidenses) y la completa pérdida de confianza por parte de América Latina son para Washington consecuencias lógicas de las revelaciones del exempleado de la NSA y la CIA. Aunque EE.UU. no encontró pruebas de la implicación de los servicios especiales rusos en el descubrimiento de las carpetas clasificadas, Washington se enfadó con el Gobierno ruso debido al desarrollo posterior del caso Snowden.
El secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, amenazó con posibles consecuencias negativas para las relaciones entre Moscú y Washington incluso antes de que su país solicitara formalmente la extradición de Snowden. Sin embargo, el presidente Vladímir Putin rechazó la solicitud y concedió el asilo temporal al filtrador de datos secretos. Y Washington no quiso perdonárselo.