Frank Thomas sollozó, Joe Torre ofreció disculpas por omitir nombres en su discurso y Tony La Russa reconoció que se sentía nervioso.
El ser elevado al Salón de la Fama de béisbol puede causar tales efectos, inclusive en figuras tan connotadas. Thomas, los lanzadores Tom Glavine y Greg Maddux, así como los pilotos Bobby Cox, Torre y La Russa fueron consagrados el domingo en el templo de los inmortales de las Grandes Ligas; todos rindieron un homenaje a sus familias ante una multitud de casi 50.000 admiradores.
Thomas, de 46 años, el primer jugador elegido al Salón de la Fama que fue bateador designado más de la mitad de su periodo como jugador, acumuló promedio de .301, 521 jonrones y 1.704 carreras impulsadas en su trayectoria de 19 años, en su mayoría con los Medias Blancas de Chicago.
Es el único pelotero en la historia de las Grandes Ligas que registró en siete temporadas consecutivas promedio de .300, 20 jonrones, 100 impulsadas y 100 bases por bolas.Torre, como piloto y diplomático, tranquilizó al más exigente de los dueños, George Steinbrenner, y conservó la calma en medio de la locura del Bronx mientras contenía a todos los egos después de asumir el timón del equipo en 1996.
La jornada fue como un especial de reencuentro para la ciudad de Atlanta. Glavine, Maddux y Cox fueron parte integral de un sostenido ciclo de éxito de los Bravos. Salieron campeones de su división en 14 años seguidos y participaron en 15 playoffs, ganando el único título profesional de la ciudad en 1995.
La Russa, tercero en la tabla histórica de victorias como piloto con 2.728, por detrás solo de Connie Mack y John McGraw, ganó el premio al Manager del Año en cuatro oportunidades y conquistó 12 títulos de división, seis banderines de circuito y tres Series Mundiales con los Medias Blancas, Atléticos y Cardenales.
COOPERSTOWN, NUEVA YORK, EE.UU. (AP)