Mientras que para muchos de nosotros las tecnologías de la información (TICs) son sinónimo de subir una «selfie» a Instagram, o bajar la última aplicación del momento, en otras partes del mundo, tener un celular, una conexión de internet e incluso un teléfono fijo, significa que toda una comunidad puede mejorar su calidad de vida.
«Este teléfono ha salvado vidas» dice Carlos Barahona Ochoa, alcalde del municipio de Murra en Nicaragua, en referencia a la línea fija pública que se instaló en El Rosario. Gracias a la posibilidad de comunicarse, pudieron pedir refuerzos médicos para evitar al menos tres muertes maternas en el último año.
Es que antes de «conectarse», los pobladores de El Rosario, un pueblo tristemente célebre por haber sido una zona de conflicto armado en la revolución, debían recorrer unos 17 kilómetros montaña adentro para captar la señal, una situación que los sentenciaba al aislamiento.
«Ahora hasta la dinámica económica del pueblo cambió.Comerciantes y productores se comunican», relata Ochoa.Este teléfono se suma a los más de 600 que el Instituto Nicaragüense de Telecomunicaciones y Correos (TELCOR), con apoyo del Banco Mundial, instaló en las zonas más alejadas y deprimidas del país.
Muchos funcionan con paneles solares en aquellos lugares en donde el cableado eléctrico y los caminos pavimentados todavía son un sueño sin cumplir.»Es una energía que casi no falla», resume Luisa Herrera, que tiene en su casa un teléfono público que funciona con energía solar. Gracias al aparato, todos los pobladores de la comunidad de La Laguna, en el departamento de Jinotega, pueden hablar por unos pocos centavos de dólar, algo mucho más accesible que continuar realizando malabares en busca de cobertura con un viejo teléfono móvil.
De acuerdo con las cifras de Telcor, existen casi 6 líneas fijas por cada 100 habitantes en el país, lo que se aleja del promedio regional de 17. Con respecto a los teléfonos móviles, la brecha no es tan amplia: hay 81 abonados a líneas de celular por cada 100 habitantes – el promedio de América Latina es de 114 – aunque el desafío no tiene que ver con tener un número, sino con que haya buena cobertura de señal.
«Es mejor hablar que viajar», explica Donald Iglesias de la comunidad de Laguna Santa Rosa, en el departamento de Estelí, quien desde que tiene instalada una torre de telefonía móvil en el patio de su casa puede recibir llamados de su hijo mayor, que vive en Costa Rica.
«Ahora si hay una emergencia podemos comunicarnos con la cabecera del municipio», apunta Francisco Carrasco, un vecino de la misma localidad, quien ahora puede hablar «acostado en su casa». Al igual que Laguna Santa Rosa, otras 37 comunidades donde la inestabilidad de las señales era algo usual, tienen una nueva antena.
Informe de Banco Mundial