Somos su única familia

El Instituto Al-Amal para Huérfanos acoge a 120 niños que han perdido a sus padres en Gaza.

La ofensiva del Ejército israelí en Gaza «ha causado 1.400 huérfanos», explica a RIA Nóvosti Eyad Elmasri, director del Instituto Al-Amal para Huérfanos de la ciudad de Gaza, que acoge a 120 huérfanos de entre 5 y 18 años de toda la franja. Este centro es el único que se encarga de los huérfanos en Gaza.

La mayoría de los niños que pierden a sus padres se queda con otros familiares. Los que viven en la residencia del Instituto Al-Amal para Huérfanos suelen ser de familias con pocos recursos o sin capacidad para atenderlos.
El centro es amplio y tiene patios grandes. Uno de ellos es una pista deportiva donde los niños juegan a fútbol y practican otros deportes. Sus instalaciones están bien cuidadas, a pesar de que el material del que disponen es escaso. Hay una sala con cinco ordenadores antiguos y espacio para leer o realizar actividades manuales.

Milagrosamente, no ha resultado dañado por la guerra.

Hasta hace menos de dos semanas, el instituto estaba lleno de desplazados que habían huido de la guerra en otras zonas de Gaza. Pero con la firma de la tregua entre Israel y las facciones palestinas, el centro se vació de refugiados, comenta Elmasry.

Entre los nuevos huérfanos que ahora viven en el Instituto Al-Amal, hay niños que han perdido a sus progenitores o a uno de ellos en la última ofensiva israelí. Entre ellos están Heba y Aisha Shumbari, de 8 y 6 años. Su padre murió en un accidente hace tres años y a su madre la mataron en el bombardeo israelí contra una escuela de la UNRWA en Beit Hanun.

«Cuando llegaron aquí, no podían hablar. Vieron morir a su madre, a un primo sin piernas. Han perdido a cinco miembros de la familia. Vamos a necesitar unos seis meses para que mejoren», explica la psicóloga Ines Qandil, que dirige un proyecto de rehabilitación psicológica y física de los niños.

«Muchos pequeños, durante la guerra, estaban traumatizados, gritaban, tenían pesadillas y eran violentos, había muchas peleas», indica Qandil mientras muestra diversos dibujos de los huérfanos. La mayoría representan aviones que lanzan bombas, tanques y cohetes. Los psicólogos intentan conseguir que los niños se sientan seguros y con más paz interna.

Heba cuenta que sueña a menudo con su madre, a la que no volverá a ver más. Sonríe tímidamente mientras muestra su dormitorio y abre la puerta de su armario para enseñar su ropa. En la habitación duermen varias niñas. Sus camitas están dispuestas en una fila perfecta y cubiertas por peluches. El orden y la pulcritud imperan en el ala femenina del centro. «La parte de los niños es un desastre», apunta Elmasry con una sonrisa.

A los 18 años, los huérfanos dejan el instituto y se van a vivir con parientes que los acogen, pero sus estudios corren a cargo del centro de acogida en el que han crecido. «Hasta entonces, para muchos, somos su única familia», dice Elmasry.