Sequía en California es un tema que asusta a sus pobladores

El condado de Tulare, a unas tres horas en coche al noreste de Los Ángeles, se ha convertido en la imagen más amarga de la sequía que azota California desde hace tres años, según algunos recuentos, la más dura en más de un siglo.

En esta especie de zona cero de la sequía, habitan sobre todo inmigrantes hispanos que viven humildemente y trabajan el campo. En esta zona, naranjas, uvas y pistachos. Se fueron instalando aquí en tierras donde podían tener un jardín y su propio pozo, con agua que brotaba apenas a cinco metros, según cuentan. Hoy están en peligro hasta los más profundos, de 30 metros.

El hecho de que varios grupos distintos de científicos llegaran a las mismas conclusiones, tras usar métodos de investigación distintos, es un claro indicativo de la influencia de la actividad humana sobre algunos acontecimientos meteorológicos extremos.

La escasez de precipitaciones en invierno podría deberse a una presión atmosférica muy alta en la región, vinculada al calentamiento. Esta situación podría causar 2.200 millones de dólares en pérdidas a la agricultura de la región californiana, según un informe reciente.

California es la primera economía de Estados Unidos y en su valle central se produce la mitad de toda la fruta del país.

El daño a los acuíferos, simplemente, se desconoce. Nadie sabe cuánta agua queda. California es el único estado del oeste que no controlaba el agua de los acuíferos, hasta que la alarma por la situación llevó a aprobar una ley en agosto para, al menos, poner medidores.

Berta Rodríguez ya ha visto los efectos de utilizar el agua como si fuera infinita. Mientras abandona su casa de East Porterville, cuenta que en el supermercado donde trabaja ve derrochar el agua. Intenta decirles que algún día el agua faltará. «Uno no aprecia las cosas hasta que pasa esto. Tiramos el agua pensando que esto nunca va a pasar».

AGENCIAS