¿Qué provoca a un niño a ‘hacer lo correcto’ y mostrarse amable con un desconocido? ¿Se los enseñan los padres o es un rasgo personal innato? Para contestar a estas preguntas, un especialista asegura que al nacer, todos los niños son socialistas.
El psicólogo norteamericano Paul Bloom trata de dar respuesta a si los bebés son capaces de distinguir entre el bien y el mal desde el nacimiento o si la moralidad se enseña en su reciente libro ‘Just Babies: The Origins of Good and Evil’ (‘Sólo bebés, los orígenes del Bien y el Mal’), informa el portal Mother Jones.
Cuando se trata de repartir recursos de desconocidos, los niños son socialistas.
A diferencia de filósofos como John Locke y psicólogos como Sigmund Freud, que creían que las personas nacen sin moralidad, Bloom asegura que los bebés tienen un sentido natural de la moral y de la justicia. «Creo que todos los bebés se crean iguales en el sentido de que todos los niños normales, o sea, niños que no tengan daños cerebrales, posean un conocimiento básico y fundamental de la moralidad y algunos impulsos morales fundamentales», explica el autor.
«Son iguales en el sentido de que todos los bebés nacen con un sistema visual, la capacidad de moverse y la propensión de aprender un idioma», afirma el psicólogo. Curiosamente, prosigue Bloom, cuando los bebés crecen, este sentido de la justicia parece transformarse en un puro igualitarismo, al menos en cuanto a la distribución de cosas entre los demás.
«Existen muchas investigaciones que sugieren que a la hora de repartir recursos de desconocidos, son socialistas, es decir, les gusta repartir las cosas por igual», afirma Bloom. Por ejemplo, cuando a los niños de 3 o 4 años se les pide que repartan cosas entre otra gente lo hacen de manera equitativa. Incluso cuando conocen que una persona merece más que otra por haber hecho un esfuerzo mayor, optan por una distribución igual.
Un estudio de niños de 5 a 8 años determina incluso que cuando es imposible repartir los recursos equitativamente, los menores hasta prefieren tirar la unidad que sobra en lugar de dar más a una persona que a otra.
No obstante, cuando son los mismos niños quienes obtienen el recurso, la situación es la contraria. «Son muy igualitarios cuando se trata de otra gente», explica Bloom, pero «cuando se trata de ellos mismos, no tienen nada de igualitario. Lo quieren todo, especialmente con los desconocidos».