Cuando los niños empiezan a explorar el mundo, entre los 2 y 4 años de edad, los padres comenzamos a decir «no» con más frecuencia. No toques eso, no te metas ahí, son solo dos ejemplos. Pero cabe preguntarnos, ¿el niño sabe lo que significa un no o es nuestro tono de voz fuerte lo que le disuade de hacer cosas?
El día en que caí en la cuenta de la cantidad de veces que le decíamos no a mi hijo, comencé a pensar que no podía ser bueno. A continuación te cuento por qué.
¿Para qué tanta negatividad?
Si un no a los padres nos transmite tanta negatividad, ¿qué es lo que le transmite a nuestro hijo? Sin duda nada bueno, y es que además si se repite mucho la misma palabra, al final el niño empezará a hacer «oídos sordos».
Ahora la palabra no la utilizo de forma exclusiva, cuando mi hijo puede correr algún peligro como, por ejemplo, si va directo al enchufe, pero en otro tipo de situaciones intento utilizar otras alternativas más positivas para disciplinarlo sin tanta negatividad y para no abusar del no.
A continuación te voy a presentar mis alternativas al no para que tú también lo puedas emplear con tus hijos pequeños. ¡Espero que te sirvan de la misma utilidad que a mí!
Hacerlo de otro modo
Si tengo el no en la punta de la lengua y tengo unas ganas insufribles de decir la palabra prohibida, intento dar un giro a lo que le quiero decir y hacerlo de forma positiva. Por ejemplo, en lugar de decir: «¡No! ¡Deja eso!» lo cambio por un «Ven cariño, dale eso a mamá que te puedes hacer pupa». O por ejemplo cuando está intentando pintar, en lugar de quitarle las ceras para que no ensucie le ayudo a colocar bien el papel para que siga disfrutando pero sin manchar todo.
En momentos que mi hijo está en peligro entonces digo: «no», «alto», «peligro» con un volumen alto y contundente para que sepa de la alerta y actúo rápidamente para ponerle a salvo. O cuando tengo que dejarle algo muy claro también utilizo el no, por ejemplo; «No tires de la cola del gato» o «No te sientes encima del perro que está durmiendo» y cuando responde le abrazo y le digo «Muy bien cariño».
Cuando mi pequeño quiere hacer las cosas por sí mismo (que es lo más normal del mundo porque quiere dejar clara su independencia) en lugar de negarme le doy opciones. Por ejemplo, si quiere una galleta justo antes de comer le ofrezco un trozo de pan o una pieza de fruta, así él elige y todos salimos contentos.
Cuando estoy en un centro comercial y algo llama su atención rápidamente le distraigo con preguntas o con otra cosa interesante, y me alejo de la posible tentación (tentación que acabaría siendo una rabieta en pleno centro comercial). Para distraerle me llevo su aperitivo favorito para tenerlo entretenido y contento (¡siempre racionando la cantidad!), o le ofrezco otra alternativa para tener en las manos y distraerse.
Cada día es una oportunidad para enseñar a mi hijo con disciplina, así que no me altero en todo, por ejemplo; si está divirtiéndose pisando un charco, ¿por qué no dejarle si está pasándoselo en grande? Si quiere subir las escaleras él solo, ¿por qué no dejarle si estoy yo detrás para controlar que no se haga daño?
Estoy segura que a partir de ahora te pensarás dos veces antes de abusar del no en la educación de tu hijo, ¿verdad? De este modo estarás respetando su desarrollo y lo que es mejor, evitarás una situación negativa y de conflicto en casa ejerciendo una disciplina positiva.