¿Dices groserías cada que puedes o prefieres evitarlas? Al menos a mí se me sale una que otra cuando estoy estresada o enojada, y si te pasa lo mismo seguro coincides en que es liberador.
Pues aunque no lo creas ¡hay pruebas científicas que sustentan eso!
Toleras más el sufrimiento
Decir malas palabras aumenta nuestra tolerancia al dolor o al sufrimiento, de acuerdo con un proyecto de investigación patrocinado por la Sociedad Británica de Psicología, realizado por científicos en la Universidad Keele.
Uno de los estudios de esa iniciativa (2009, por Richard Stephens) consistió en pedirles a unas 66 personas meter las manos en agua muy fría. En un primer momento, se les pidió decir groserías o palabras que usarían en caso de que «se golpearan el pulgar con un martillo»; en una segunda parte se les pidió decir «cinco palabras para describir una mesa».
¿Y qué pasó? ¡Los que dijeron groserías duraron más!
Enfrentas mejor los problemas
El hemisferio izquierdo de nuestro cerebro es vital al momento de hablar, pero cuando dices un grosería, la amígdala provoca que la parte derecha del cerebro despierte. Lo interesante es que una de las funciones de esa región cerebral es el control de las emociones y la pelea. Esto provoca que al decir una grosería durante un enfrentamiento, tu mente y tu cuerpo se muestran más despiertos y listos para pelear… o huir.
En el estudio de la Universidad de Keele también se descubrió que el corazón late más rápido cuando la parte derecha despierta y nos sentimos más optimistas o como si fuésemos parte de un juego. En cierto modo, esta conducta es un método de defensa natural que te carga de energía liberando la agresión reprimida o el sufrimiento físico.
La única regla: usarlas con moderación
Aunque reprobamos el uso de malas palabras, están presentes en nuestra vida desde que somos pequeños. Incluso si tus padres eran muy estrictos, es posible que los hayas escuchado decir alguna grosería cuando se enfrentaban a una situación estresante.
Al crecer, la cultura y nuestros amigos son cómplices en el aprendizaje de estas palabras, ya que nos hacen sentir parte de algo. Y aunque ya que somos adultos no tiene nada de malo, es mejor usarlas con moderación.
¿Por qué? Ese efecto que tienen las groserías para aminorar nuestro dolor o sufrimiento disminuye si somos muy malhablados en el día a día, de acuerdo con otro estudio de la Universidad de Keele llevado a cabo en 2011.
«Con moderación, decir malas palabras puede ser ser un alivio efectivo y disponible a corto plazo, por ejemplo, si estás en una situación donde no hay acceso a cuidados médicos o calmantes. Sin embargo, si dices groserías todo el tiempo, nuestra investigación sugiere que no obtendrás los mismos efectos», señaló Stephens.