Un estudio muestra que, después de la exposición a rayos ultravioletas, el ADN continúa dañándose durante más de tres horas.
El sol daña el ADN hasta en la sombra. Esto que puede resultar paradójico es lo que mantiene un equipo internacional de investigadores tras analizar los efectos de la radiación ultravioleta (como la solar o la que emiten las cabinas de bronceado) en la piel. Sus conclusiones muestran que el daño genético que produce la radiación solar no se detiene cuando se deja de estar expuesto, sino que se prolonga durante horas aunque se esté en la más completa oscuridad.
El origen del daño genético está en las mismas células que protegen la piel del sol: los melanocitos. Algunos estudios recientes ya habían apuntado a que la melanina que producen podría estar involucrada en el cáncer de piel. El nuevo estudio, realizado por investigadores en EE UU, Brasil y Francia y publicado en Science, demuestra que la melanina tiene también un efecto carcinogénico. Cuando los melanocitos de la piel reciben radiación ultravioleta, comienzan a añadirse letras adicionales a su ADN y provocando unas erratas que pueden disparar la aparición del cáncer. Analizando células de ratón y humanas, los investigadores han confirmado que ese tipo de daño no se detiene si se apaga la radiación ultravioleta, sino que las letras del código genético siguen acumulando erratas durante más de tres horas después. De hecho, hasta la mitad de todo el daño genético causado por la radiación se produce «a oscuras».
El trabajo detalla que el daño genético se origina por una especie de excitación química que altera el comportamiento de un electrón de la melanina. La energía que libera ese proceso daña el ADN y hace que, a pesar de estar a oscuras, siga acumulando erratas en un proceso idéntico al que sucede cuando la piel está al sol. En todo caso se trata de un primer paso en el esclarecimiento de este proceso que tendrá que ser ratificado en un mayor número de casos.
Agencias