Desde la dinastía Qing a la dictadura comunista, China ha embrujado a la moda occidental. El Metropolitan Museum lo celebra a lo grande.
Mucho antes de que la China comunista fuera un enemigo ideológico, de que sus productos golpearan la industria manufacturera de los países desarrollados, de que se convirtiera en el mayor acreedor de EE.UU. o de que le disputara el título de la mayor economía del mundo, Occidente estaba embrujado por el gigante asiático. Esta fascinación estilística, esta fuente inagotable de inspiración, es el tema central de la gran exposición de moda que cada año organiza el Metropolitan Museum de Nueva York.
«Más que una exposición sobre China per se, la muestra refleja una fantasía colectiva sobre China», explicó ayer en la presentación uno de los comisarios, Andrew Bolton. La exposición es un recorrido por la representación distorsionada, imaginada, seducida que Occidente ha elaborado de Oriente, con la moda como elemento vertebrador.
A lo largo de las galerías, se entremezclan fondos de la colección de arte chino del Met «la más importante en el mundo occidental», aseguró su director, Thomas Campbell, con diseños de creadores de moda de todas las épocas. «Desde el primer periodo de contacto europeo con China en el siglo XVI, Occidente ha sido seducido con objetos enigmáticos e imaginería de Oriente, lo que ha sido una inspiración para diseñadores de moda desde Paul Poiret a Yves Saint Laurent», dijo Bolton.
El título de la muestra, «China: Through The Looking Glass», es una referencia a la realidad distorsionada en el universo de la Alicia de Lewis Carroll. La traducción que la moda ha hecho de China es un pastiche tan irreal y desfigurado cómo mágico y embriagador. En las salas, se mezclan los trajes manchú de la China imperial algunos de ellos han salido del país por primera vez para la ocasión con interpretaciones de Ralph Lauren o John Galliano; los qipaos modernos, que sedujeron a todo el mundo cuando Shanghai era el Hollywood de Oriente en los años 30, con superestrellas del cine como Hu Die, se enfrentan a apropiaciones de Dior o Louis Vuitton; el traje y cuello Mao y la estética bucólica de la China comunista dialogan con interpretaciones como las de Vivienne Westwood.
En total, son 150 trajes y conjuntos de accesorios, firmados por más de cuarenta diseñadores. Hay salas dedicadas a elementos concretos, como la seda, con impresionantes mantones que inspiraron a genios comoCristóbal Balenciaga; la caligrafía, en la que paredes tatuadas de caracteres chinos se repiten en trajes de Chanel; o la porcelana, inspiradora de creaciones de Roberto Cavalli, entre otros.
En la encrucijada
Con un vestido estampado con motivos orientales, como tantos en la exposición, no faltó a la cita Marissa Mayer, la consejera delegada de Yahoo. Su compañía, con una importante presencia en China, es el patrocinador principal de la muestra. «Es una encrucijada de muchos mundos», dijo sobre la exposición.
Igual de estampada acudió Anne Wintour, directora de «Vogue» y organizadora de la gala del Instituto de la Moda del Met, el acontecimiento social del año en Nueva York, que se celebró ayer por la noche. Por la mañana apareció flanqueada por Hamish Bowles y Wendi Deng, la ex mujer de Rupert Murdoch.