Cuba y Estados Unidos, que hoy restablecieron las relaciones diplomáticas y reabrieron sus respectivas embajadas en La Habana y Washington, han mantenido unos lazos conflictivos a lo largo de más de un siglo.
«Se trata de fundar un nuevo tipo de lazos entre ambos Estados, distintos a los de toda nuestra historia común», dijo el miércoles último el presidente cubano Raúl Castro al clausurar una sesión del parlamento de la isla.
De esa forma, el mandatario hizo referencia a la historia común de desencuentros, que se inició en 1898, cuando Washington envió a la isla a los Rough Riders de Teddy Roosevelt e intervino en la guerra de independencia que libraban los cubanos contra España.
La derrota de España en la llamada Guerra Hispano-cubano-norteamericano, que significó la ocupación de la isla por las tropas estadounidenses, determinó la firma del Tratado de París, por el cual Madrid reconoció la independencia de Cuba y entregó a Washington la soberanía de las islas de Filipinas, Guam y Puerto Rico.
Estados Unidos estableció en La Habana un gobierno militar norteamericano entre 1898 y 1902, año este último en que nació la república, pero antes de retirarse impuso la Enmienda Platt, un apéndice a la Constitución cubana que otorgó a Washington el derecho a intervenir militarmente en la isla, lo que haría nuevamente en 1906, 1909 y 1913.
Redactada por el senador Orville Platt, de quien tomó nombre, la citada Enmienda garantizó además la cesión a perpetuidad de terrenos para bases navales y carboneras, en virtud del cual se estableció en 1903 la Base Naval de Guantánamo, un tema que en la actualidad es un punto de fricción entre los dos países.
En la década de 1920 y tras un préstamo millonario del Banco Morgan al gobierno cubano, las empresas estadounidenses comenzaron a instalarse en los principales sectores de la economía cubana.
Además del control económico, Washington garantiza el control político en la etapa más reciente con el respaldo a la dictadura de Fulgencio Batista, situación que se mantiene hasta 1959 cuando se profundizan las desavenencias con el triunfo de la Revolución Cubana, encabezada por Fidel Castro.
El conflicto bilateral vivió una vertiginosa escalada, a pesar de que Castro visitó a Estados Unidos en abril de 1959, invitado por la Asociación de Editores de Periódicos y se entrevistó con el vicepresidente Richard Nixon.
El 17 de marzo de 1960, cuando aún ambos gobiernos mantenían relaciones diplomáticas, la administración de Dwight Eisenhower aprobó un Programa de acciones encubiertas contra Cuba, que se convirtió en la filosofía de las relaciones con la isla.
Washington suspendió la cuota petrolera a la isla y cuando Cuba compró hidrocarburo en la Unión Soviética, las refinerías norteamericanas en la isla se negaron a procesarlo, lo que originó que el gobierno revolucionario las nacionalizara.
Estados Unidos rompió las relaciones diplomáticas con La Habana el 3 de enero de 1961, cuando ya Washington patrocinaba y entrenaba una invasión de exiliados cubanos. El 17 de abril de ese año trataría de hacerse fuerte en Playa Giró o Bahía de Cochinos, pero fue derrotada en tres días.
El 3 de febrero de 1962, la Casa Blanca pone en vigor un bloqueo económico, comercial y financiero, que los estadounidenses llaman embargo, con la casi pública intención de ahogar al naciente gobierno revolucionario cubano.
Además Washington continúa fomentando acciones encubiertas y logra la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA).
En octubre de ese año, ocurrió la llamada Crisis de Octubre o Crisis de los Misiles soviéticos en la isla, que pone al mundo al borde del holocausto nuclear.
La administración de Lyndon Johnson aprobó en 1966 la Ley de Ajuste Cubano mediante la cual los cubanos que llegan a territorio estadounidense reciben ayuda de todo tipo, como permisos de trabajo, asistencias económicas y derecho a la residencia, algo que no sucede con ninguna otra nacionalidad.
Al año y un día de estancia en territorio norteamericano, los emigrantes cubanos pueden solicitar la residencia, con lo que regularizan su status migratorio.
Con la desaparición del campo socialista y la desintegración de la URSS, Estados Unidos apreció una oportunidad de destruir a la Revolución Cubana y endureció el bloqueo con la aprobación de la Ley Torricelli, en 1993, y la Helms-Burton, tres años después.
Estos años de cerrado cerco estadounidense han costado a la isla pérdidas acumuladas por más de un millón de millones de dólares, considerando la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional desde 1960 a la fecha, de acuerdo con cifras oficiales que se actualizan cada año.
A precios corrientes, las pérdidas ascienden a más de 116.000 millones de dólares «en un cálculo sumamente conservador», como indicó el más reciente informe de Cuba a la Asamblea General de la ONU, presentado a fines del pasado año.
LA HABANA, (Xinhua)