Durante cinco décadas, el Martín Pescador bigotudo no pudo ser visto por el hombre. Sin embargo, tras veinte años de búsqueda Christopher Filardi, investigador del Museo Americano de Historia Natural, encontró un espécimen en la isla de Guadalcanal, en Oceanía, según publicó The Washington Post.
Entonces, tras la sorpresa inicial en el hombre, llegó la polémica maniobra: lo mató o, en términos científicos, «lo recogió». Dicha decisión renovó los cuestionamientos de un sector de la ciencia, que rechaza este tipo de prácticas.
En respuesta a las críticas, Filardi escribió un artículo titulado «Por qué recogí al Martín Pescador bigotudo». Allí aseguró que «el verdadero descubrimiento fue mostrar que hay cientos de ejemplares que aún se desarrollan de forma rica y atemporal».
Defendió que matar a un ejemplar puede ayudar a salvar a toda la especie y estimó que el ave se convirtió en «un símbolo de la esperanza y un proveedor de posibilidades, no en una pérdida».
Sin embargo, quienes se oponen a matar a los animales para estudiarlos recordaron que muchos científicos preservaron una enorme cantidad de especies. En este sentido, en el artículo «Evitando la (re)extinción» de la revista Science, cuatro biólogos coincidieron en que atrapar ejemplares de especies raras «puede magnificar el riesgo de extinción en poblaciones pequeñas y, a menudo, aisladas».
La explicación de Christopher Filardi no logró detener la polémica. Ben Minteer, de la Escuela de Ciencias de la Vida de la Universidad Estatal de Arizona, indicó que cuando se trata de animales en peligro de extinción unas pocas muertes «en nombre de la ciencia» pueden tener un enorme impacto en sus congéneres.
Infobae