El papa Francisco clausuró el domingo un polémico encuentro de obispos sobre la familia pidiendo una Iglesia con el corazón más abierto, más compasiva y arraigada en las vidas de las personas, y que no sea una institución árida que teme los cambios y retos.
Al final de la reunión de tres semanas, los obispos accedieron a abrirse a los divorciados que se han vuelto a casar fuera de la Iglesia y no pueden recibir actualmente la comunión.
Durante una homilía dominical en la Basílica de San Pedro, Francisco continuó con su temática de una Iglesia más compasiva, refiriéndose a la historia bíblica en la que Jesús se detiene a devolver la vista a un hombre ciego, a pesar de que sus apóstoles no se habían conmovido por sus gritos.
Agregó que los líderes eclesiásticos deben protegerse de «una fe programada» y un punto de vista condescendiente en el que «cualquiera que nos molesta o no está a nuestra altura es excluido».
Una fe que no sabe cómo afianzarse en la vida de la gente sigue siendo árida y en lugar de los oasis crea otros desiertos, dijo.