Sumamente delgadas o corpulentas, envueltas en pañuelos y faldas que les llegaban a los tobillos o con sólo una tanga, sin sostén y pintura corporal, encarnan los cánones de belleza de los primeros pobladores de Brasil y de otros países como Panamá y la Guyana Francesa.
Algunas de ellas se tomaban muy en serio el contoneo al caminar, moviendo las caderas al llegar al final de la pasarela y lanzando miradas provocativas que habrían enorgullecido a Gisele Bundchen.
Los organizadores de los Juegos Indígenas hicieron énfasis en que no se trata de un concurso de belleza: ninguna reina fue coronada, ni se hizo una selección de finalistas. Más bien fue una celebración de características de los rostros, complexiones y adornos que frecuentemente son pasados por alto, señalaron.