En lo que respecta a cómo responder a los ataques de París, existe una contradicción: casi nadie en Occidente desea enviar fuerzas terrestres a Siria o Irak para hacerle la guerra al grupo extremista Estado Islámico, pero al mismo tiempo son pocos los que creen que a los radicales se les podrá derrotar solamente con bombardeos aéreos.
Hasta ahora, los expertos se están concentrando en pasos graduales, y de hecho la primera reacción de Francia fue más bombardeos. El presidente Barack Obama insistió el lunes que la estrategia actual «al final de cuentas va a funcionar», y rechazó la idea de despachar tropas a la zona.
Pero si el Estado Islámico cumple su amenaza de atacar a otros sitios en Occidente, esa doctrina podría quedar obsoleta pues la opinión pública se volcaría a favor de medidas más eficaces.
Es concebible que se convoque a una ofensiva terrestre por parte de una alianza internacional que no necesariamente incluiría a Estados Unidos, pues hay un grupo sustancial de países como por ejemplo Egipto, Irán, los países del Golfo Pérsico, Europa y Rusia que están enfurecidos con esos yihadistas.
Semejante idea no perturba al Estado Islámico. En sus comunicados oficiales y mensajes colocados en internet, incluso tratan de provocar a las potencias a que se atrevan a lanzar otra cruzada en el mundo islámico.
La idea de que debe haber una «guerra santa» contra los «infieles» es muy popular en el mundo de los islamistas radicales. Aun si pierden su «califato» en Siria e Irak, para ellos sería un revés temporal, un episodio de violencia que más bien alimentaría la visión apocalíptica que tienen y les ayudaría a reclutar más musulmanes.
Y aunque la rápida liberación del poblado de Sinjar, en Irak, es prueba de que los islamistas no son tan fuertes como dicen, una guerra terrestre contra ellos no sería fácil tampoco.
Una invasión de Raqqa en Siria, o de Mosul en Irak los baluartes del Estado Islámico en esos países conlleva el riesgo de numerosas bajas, tanto civiles como militares, en combates calle por calle, casa por casa, como los vistos en Ramadi y Faluya. Los milicianos son notorios por las bombas que esconden en edificios y caminos, y por la manera en que usan a civiles como escudos humanos. La lucha probablemente se realizará a lo largo de vastas rutas desérticas zonas que ni siquiera los gobiernos de Siria e Irak son capaces de controlar al igual que zonas rurales y poblados que les facilitarían a los insurgentes abundantes oportunidades de esconderse y tender emboscadas.
Y probablemente aplastar al Estado Islámico tome más tiempo que los nueve años que le tardó a Estados Unidos pacificar a Irak tras la invasión del 2003.
Entonces, una invasión ¿sería repetir la historia?
En realidad, hay algunas diferencias.
Cuando Estados Unidos organizó una coalición internacional en el 2003 para invadir Irak, había escaso apoyo mundial para ello. Hoy en día, en todo el mundo, hay un genuino y generalizado disgusto contra las acciones del Estado Islámico.
Aun antes de la reciente ola de terrorismo internacional, hubo masacres de combatientes sunís, masacres y capturas de minorías como los yazidís en Irak, las ejecuciones sumarias de homosexuales, de soldados capturados y de rehenes, las decapitaciones de trabajadores humanitarios y periodistas, y el cruel sometimiento de todo el que caiga en las garras de los islamistas.
Esa repulsión es compartida incluso por Rusia, que rara vez coincide con el punto de vista de las potencias occidentales, y por los gobiernos del Medio Oriente incluso, como cosa inusual, Irán.
EL CAIRO (AP)