En el corazón de la tundra del Ártico, los científicos observan con preocupación el deshielo acelerado de los suelos, un fenómeno que preocupa cada vez más a los expertos del clima.
El deshielo del permafrost (la capa de hielo permanente) se está acelerando a causa del cambio climático y podría liberar gases de efecto invernadero que hasta ahora estaban «encerrados» debajo.
Desde hace algunos años, los científicos han identificado este fenómeno como una fuente más de calentamiento global. Estos suelos cubren una cuarta parte de las tierras del hemisferio norte.
«Se habla de una ‘bomba climática’ porque existe el peligro de que el gas salga rápidamente del permafrost. Hay que evaluar el riesgo», asegura el investigador Florent Dominé.
«La cuestión es saber si nos acercamos a una nueva catástrofe o si ‘solo’ se trata de otra fuente de emisión de CO2 contra la que habrá que luchar», explica este especialista de la nieve, que trabaja en el norte de Canadá en la unidad de investigación Takuvik, un programa conjunto del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) francés y de la Universidad Laval de Quebec.
Dominé asegura que apenas se ha estudiado el problema y lamenta que ni siquiera se menciona en el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
Desde hace dos años, él y su equipo estudian los suelos, el ritmo de deshielo, el nivel de carbono y las emisiones del permafrost. El objetivo es entender cómo se va a descomponer la materia orgánica encerrada debajo de este suelo, tan duro como el cemento, y si emitirá CO2 o metano.
«Si todo se transformara en CO2, ¡triplicaríamos la concentración de CO2 en la atmósfera! Pero por suerte una parte del carbono será evacuada en forma de sedimentos en los ríos y los océanos. Y todo no será instantáneo», augura el investigador.
Dominé ha colocado instrumentos de medición por todo este inmenso territorio, desde el sur, en los bosques boreales, hasta el norte, en las islas Ward Hunt y Bylot donde sólo crecen líquenes.
A medio camino, el científico también ha colocado sensores en un pequeño valle, cercano al pueblo esquimal de Umiujaq, cerca de la bahía de Hudson.
Pero aunque los científicos esperan mejorar sus previsiones, advierten que de momento no propondrán ninguna solución a este fenómeno. «¡Es imposible captar el carbono que saldría de 10 millones de km2!», asegura Florent Dominé, y dice que «lo único que se puede hacer es frenar el calentamiento global».
Umiujaq, Canadá | AFP