Con la vista al mar que inspiró su poesía en el balneario de Isla Negra, el premio Nobel chileno Pablo Neruda volvió a ser enterrado este martes, por cuarta vez, después de que sus restos fueran exhumados para investigar si fue asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet.
Cubierto por una bandera chilena y escoltado por una veintena de familiares y miembros de la fundación que administra su obra, los restos de Neruda volvieron a ser depositados en la tumba ubicada en el patio de la majestuosa casa con forma de barco en la que pasó sus últimos días, y donde también descansa su última esposa, la soprano Matilde Urrutia, constató un periodista de la AFP.
En un soleado día, la tradicional tranquilidad de este pequeño balneario de la costa central chilena fue interrumpida por los gritos de «¡Compañero Pablo Neruda presente, ahora y siempre!», lanzados por un grupo de militantes del Partido Comunista -en el que militó toda su vida el poeta- que acompañaron a cierta distancia la sobria ceremonia.
De esta forma, el poeta volvió al lugar donde pidió ser sepultado y hasta donde sus restos fueron trasladados en 1992, dos años después del retorno a la democracia tras la dictadura de Pinochet, saldando una vieja deuda con el poeta que le regaló a Chile un Nobel de Literatura en 1971.
«Hoy día para nosotros no es un funeral, es todo lo contrario. Regresar a Isla Negra es volver a mirar el mar y volver a mirar el mar no es morir, es volver a vivir, sobre todo para un poeta», dijo a periodistas Raúl Bulnes, presidente de la Fundación Pablo Neruda.
Por la tarde, habitantes del balneario rendirán un pequeño homenaje a su huésped más ilustre y que ha hecho famoso en el mundo al balneario, visitado cada año por miles de turistas que buscan conocer uno de los lugares que inspiró al autor de Veinte poemas del amor y una canción desesperada.
«No hay posibilidad alguna de imponer el olvido o la desmemoria, algún día esperamos salgan a flote las verdaderas razones de la muerte de Neruda», comentó a la AFP Patricio Aguilar, militante comunista que con una bandera roja con hoz y martillo, símbolo del partido comunista, se acercó a despedir a su famoso «compañero».
Cuarto entierro
Neruda, nacido el 12 de julio de 1904, murió en una clínica de Santiago el 23 de septiembre de 1973, doce días después de instalada la dictadura de Augusto Pinochet, que derrocó al gobierno del socialista Salvador Allende, entrañable amigo del poeta.
Con una ciudad aún conmocionada por el suicidio de Allende tras el bombardeo aéreo y terrestre del palacio presidencial por las fuerzas golpistas, Neruda fue enterrado en el Cementerio General de Santiago, en una pequeña ceremonia que se convirtió en el primer acto de resistencia contra la naciente dictadura.
Un año después el cuerpo fue exhumado y vuelto se sepultar al interior del mismo cementerio de Santiago, donde permaneció hasta 1992, cuando el entonces presidente Patricio Aylwin (quien falleció la semana pasada) le organizó un funeral masivo y ordenó su traslado hasta Isla Negra.
Allí permaneció hasta abril de 2013, cuando por orden del juez Mario Carroza sus restos fueron exhumados en el marco de la investigación que busca determinar si fue envenenado por la dictadura de Pinochet.
La dudas surgieron en 2011, cuando su exchofer y asistente personal, Manuel Araya, denunció que horas antes de su muerte el poeta fue inoculado con una inyección en el pecho cuando se hallaba internado en la Clínica Santa María de Santiago, hasta donde había ingresado por un agravamiento de un cáncer de próstata.
«Orgulloso me siento de que me hayan escuchado de una vez por todas», dijo a la AFP Araya, detenido y torturado por la dictadura de Pinochet, que habría asesinado a Neruda para evitar que viajara a México, donde pensaba comandar la oposición internacional al nuevo régimen.
Un avión dispuesto por el gobierno mexicano esperaba a Neruda en Santiago para emprender el viaje un día después que ocurrió su muerte.
Estafilococo dorado
Cuatro laboratorios de Estados Unidos, España, Noruega y Dinamarca analizan actualmente el ADN de una bacteria (estafilococo dorado) hallada en los restos de Neruda y que podría haber sido la causante de su muerte. Los resultados de los análisis se conocerán en mayo.
La investigación apunta a determinar si esa bacteria altamente infecciosa- era como las que preparaba Eugenio Berríos, químico de la temida policía secreta de la dictadura de Pinochet, la DINA.
Asesinado en Uruguay por militares chilenos y uruguayos en 1991, Berríos desarrolló para la dictadura chilena tóxicos como el gas sarín, somán y tabún, y se sospecha que también pudo haber intervenido en la muerte del expresidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970), ocurrida en 1982 en el mismo centro médico en el que murió Pablo Neruda, también por una súbita infección.
Pero por el paso del tiempo es posible que las pericias sobre los restos de Neruda no entreguen resultados concluyentes sobre las causas de su muerte.
«Aunque todas las evidencias del proceso muestran que hubo un crimen, será muy difícil técnicamente demostrarlo», advirtió el abogado querellante Eduardo Contreras a la AFP.