El primer ministro iraquí destituyó este viernes a tres altos responsables de seguridad, después de un devastador atentado en Bagdad y un nuevo ataque yihadista que ha matado a 40 personas más al norte.
El grupo yihadista Estado Islámico (EI) reivindicó el atentado suicida con un minibús bomba perpetrado el domingo en el barrio de Karrada en Bagdad, que mató a 292 personas, y el ataque contra un mausoleo chiita en Balad, a 70 kilómetros al norte de la capital, que le costó la vida a 40 personas el jueves por la noche.
El atentado de Karrada, uno de los más sangrientos registrados en Irak desde la invasión estadounidense (2003-2011), también dejó 200 heridos y provocó la cólera de los iraquíes ante la incapacidad del gobierno para proteger a los civiles y aplicar medidas de seguridad eficaces.
Cuando tuvo lugar este ataque, los habitantes realizaban sus compras para festejar el final del mes de ayuno del ramadán.
Según un comunicado publicado por su oficina, el primer ministro Haider al Abadi «ordenó que el comandante de las operaciones para Bagdad sea apartado de su cargo, igual que los responsables de seguridad y de inteligencia».
El comandante de estas operaciones es el teniente general Abdelamir al Shimari. Otros dos altos cargos también fueron destituidos.
Dos días después de este sangriento atentado, el ministro de Interior iraquí, Mohamed al Gaban, presentó su dimisión por fallos en las medidas de seguridad en Bagdad, al advertir que los puntos de control diseminados en toda la capital eran «absolutamente inútiles».
Según Al Gaban, cuya dimisión aceptó Abadi, el vehículo bomba de Karrada procedía de la provincia de Diyala, al noreste de la capital, lo que significa que pudo superar sin problemas los puntos de control de seguridad.
Obuses, disparos y suicidas
Cuatro días después del ataque en Bagdad, el EI perpetró un ataque en la ciudad de mayoría chiita de Balad, que mató a 40 personas e hirió a 74, según un nuevo balance del ministerio de Salud. Un balance anterior informaba de 30 fallecidos y 50 heridos.
En la noche del jueves, los asaltantes lanzaron obuses de mortero contra el mausoleo de Sayid Mohamed -hijo de un imán venerado por la comunidad musulmana chiita-, antes de empezar a abrir fuego, indicó el mando militar de las operaciones conjuntas.
A continuación, dos suicidas se hicieron estallar en un mercado cerca del mausoleo y un tercer suicida fue abatido y su cinturón explosivo desactivado, añadió. Ninguno de ellos consiguió penetrar en el mausoleo.
El grupo EI reivindicó el atentado perpetrado, especialmente, contra la comunidad chiita, a la que considera herética.
Los yihadistas sunitas precisaron en un comunicado que cinco de sus combatientes mataron a los guardias del mausoleo y se enfrentaron a las fuerzas de seguridad durante horas antes de accionar sus explosivos.
«Este cobarde ataque contra el mausoleo busca despertar las tensiones sectarias y devolver a Irak a los oscuros días del conflicto confesional», lamentó en un comunicado el enviado especial de Naciones Unidas para Irak, Jan Kubis.
La provincia de Saladino, donde se encuentra Balad, está ahora controlada en gran parte por las fuerzas gubernamentales iraquíes, que han expulsado al EI de su feudo de Tikrit y de la localidad de Baiji.
El EI se hizo con el control en 2014 de grandes porciones del territorio iraquí pero ha perdido terreno en beneficio de las fuerzas gubernamentales, apoyadas por bombardeos de la coalición internacional bajo mando estadounidense.
A pesar de estos reveses, el grupo ultrarradical sunita siguió cometiendo atentados sangrientos sobre todo contra la comunidad chiita.
El EI encuentra sus raíces en la rebelión que se lanzó después de la caída del régimen sunita de Sadam Husein, tras la invasión de 2003 dirigida por Estados Unidos.
Desde entonces, y tras la retirada de Washington, el país está sumido en plena inestabilidad política, en un contexto de continuas crisis gubernamentales y atentados que siguen enlutando a Irak.