Hace 20 años, Emanuel Ginóbili recibió un llamado que le cambiaría la vida y la del básquetbol argentino.
Corría junio de 1996 cuando le informaron por teléfono que estaba convocado a una preselección juvenil de Argentina. Una vez que se colocó la camiseta albiceleste, quedó ligado a ella para siempre, hasta convertirse en el mejor basquetbolista argentino de todos los tiempos.
A punto de cumplir 39 años, Ginóbili decidió regalarse una función más con la selección tras cuatro años de ausencia, en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro la última cita internacional de su brillante carrera.
«Pensé que iba a estar retirado a esta altura», admitió el dueño de la emblemática camiseta número 5 de Argentina, con la que disputó 98 partidos. «Se me puso en el camino una nueva oportunidad que pensé no iba tener después de Londres (2012). Hoy llego sano, con ganas, entusiasmado y con ganas de jugar de nuevo con estos chicos».
El escolta admitió que fue determinante para volver al seleccionado el nivel que mantuvo durante la última temporada con los Spurs de San Antonio, la 14ta consecutiva con ese equipo. Días atrás confirmó que jugará un año más allí.
«Voy a Río a pasarla bien, a disfrutar la experiencia», comentó en un encuentro con periodistas. Si bien prometió «jugar el mejor básquet que pueda jugar, ayudar a mi compañeros a jugar bien, a mejorar», ya no lo desvela la obsesión por el podio.
«A esta edad el objetivo deportivo dejó de ser la prioridad número uno, quiero vivir el día a día con intensidad y felicidad. Disfrutando cada momento, creo que me gané ese derecho con tantos años y partidos jugados», reflexionó.
La fotografía de Ginóbili con la corona de olivos en la cabeza y mordiendo la medalla dorada lograda en Atenas 2004 es una de las imágenes más emblemáticas del deporte argentino en su historia, probablemente a la par del segundo gol de Diego Maradona a Inglaterra en el Mundial de 1986.
Ese logro olímpico coronó a la mejor generación de basquetbolistas argentinos de todos los tiempos, que inició su palmarés con el título en el premundial de 2001 y luego el subcampeonato en el mundial 2002 de Indianápolis, en el cual Argentina derrotó por primera vez al denominado «Dream Team» de las estrellas estadounidenses de la NBA.
Con varias bajas de la «Generación Dorada» original, Ginóbili lideró al equipo en el bronce conseguido en los Juegos Olímpicos Beijing 2008. Cuatro años después, jugó su último partido con la selección en la derrota ante Rusia por esa misma presea en Londres.
Frustrado ante el descalabro, el propio Ginóbili le puso punto final a su carrera en la selección. Por suerte para el básquetbol argentino no cumplió su palabra. Fuerte desde lo físico, maduro de la cabeza, regresó atraído por el juego del equipo nacional en el preolímpico 2015. Y también con el desafío de convertirse en el guía de la nueva camada.
«Estar al lado de un jugador así significa mucho. Junto a Luis (Scola) y ‘Chapu’ (Andrés Nocioni) realmente dieron todo por el país», dijo a The Associated Press el ala pivote Leonardo Mainoldi, uno de los jóvenes preseleccionados, aludiendo a los últimos sobrevivientes de la llamada «Generación Dorada» que integran el plantel que irá a Río. «Han puesto el básquet a otro nivel, se hizo más conocido y se empezó a vivir de otra manera gracias a ellos. Un legado que los chicos que vienen atrás tienen que seguir».
Argentina comparte el Grupo B con España, el local Brasil, Lituania, Nigeria y Croacia, rivales que hacen difícil proyectar más allá de la primera ronda.
«Apuntar al podio es algo bastante más difícil que en Londres y Beijing, porque es otro escenario. Pero no creo que sea imposible aspirar a una medalla», avisó Ginóbili.