Las moscas zumban en los pasillos vacíos y las ratas corren de noche por los pabellones. No hay nadie en la sala de urgencias salvo cuatro presos con grilletes a los que cuidan sus parientes y misioneros en lugar de personal médico.
El hospital de la Universidad Estatal de Haití, la instalación médica pública más grande e importante de este país asolado por la crisis, se ubica en el epicentro de una huelga de personal del sector sanitario, la más severa de su tipo de la que se tenga memoria.
«Nos han dejado para que nos pudramos», dijo Alme Cesar, uno de los presos con grilletes, que fue trasladado hace meses al hospital para que lo atendieran, lo que no ha sucedido todavía. «Ya me habría muerto aquí si mi esposa no viniera a cuidarme».
Médicos jóvenes y estudiantes en prácticas paralizaron sus labores en marzo para protestar contra la escasez crónica de suministros médicos básicos, los sueldos bajos y unas condiciones de gran inseguridad laboral, en las que familiares de pacientes los amenazan de manera rutinaria e incluso a veces han irrumpido con pistolas en los quirófanos.
Las enfermeras y el personal de apoyo pronto se sumaron a los paros. Después las huelgas se propagaron a otros hospitales estatales en diversas partes de Haití y se paralizó un sistema de salud carente de recursos que ya ha tenía dificultades incluso en las mejoras épocas.
Las autoridades del Ministerio de Salud dicen que cuatro hospitales estatales están cerrados y que otros afectados por las huelgas funcionan con capacidad limitada. También aseguran que los hospitales han comenzado a reabrir gradualmente.
Sin embargo, periodistas de The Associated Press visitaron un hospital que supuestamente había abierto en el distrito de Delmas de la capital y encontraron que funcionaba a duras penas.
Mientras dos especialistas pasaban consultas regulares, el hospital estaba casi vacío y el personal de apoyo sentado a la entrada rechazaba a las personas que solicitaban atención médica.
«Oí que estaba abierto este hospital. Pero simplemente nos dijeron que fuéramos a otra parte», dijo Macula Jospehe, mientras ella y su hermana ayudaban a su abuelo a subir a una camioneta descubierta en el estacionamiento del hospital.
Los hospitales del gobierno que atienden a las personas más pobres de Haití carecen con frecuencia de los suministros básicos como guantes quirúrgicos, gasas, antisépticos y en ocasiones incluso agua. Debido a los cortes de electricidad, los médicos del turno de noche se iluminan con las luces de sus celulares para terminar las operaciones.
El director general del Ministerio de Salud, el doctor Gabriel Thimothe, dijo que los hospitales públicos han tenido falta de financiamiento durante muchos años. El gobierno haitiano destina el 4,7% de su gasto a la atención médica y ha solicitado que esa partida se aumente al 10% el año entrante, de acuerdo con una iniciativa presupuestaria.
Thimothe dijo que muchos de los médicos residentes huelguistas son «radicales» adiestrados en Cuba.
«Estamos abiertos a las negociaciones. Pero no podemos darles todo lo que exigen debido a la situación económica del país», apuntó.
Desde 1996, los médicos residentes en Haití ganan al mes un equivalente a 120 dólares, un sueldo mísero que se ha visto mermado cada vez más por el aumento del costo de la vida.
Después de su exigencia inicial de una paga de 500 dólares al mes, los médicos residentes huelguistas dijeron que estaban dispuestos a aceptar 360 dólares. Rechazaron hace poco una propuesta del gobierno de alrededor de 200 dólares mensuales para que regresaran a sus trabajos.
La doctora Vanessa Mehu, anestesista residente desde hace tres años, dijo que la huelga no parará hasta que se cumplan todas sus demandas. Aunque los salarios son un escollo importante, Mehu señaló que los médicos necesitan cambios sistémicos en un sistema de salud pública que durante mucho tiempo ha carecido de la capacidad para atender adecuadamente a un gran número de pacientes.
«Moría gente por nada. Porque no tenían el dinero para comprar guantes, suero, jeringas», agregó.
Thimothe señaló que se han atribuido a la huelga al menos tres muertes, entre ellas la de una mujer embarazada que falleció frente a la entrada del hospital de la Universidad Estatal.
La huelga en el sector sanitario en Haití, la más prolongada que ha sufrido el país, transcurre en medio de un estancamiento político entre los bandos enfrentados sin que se atisbe un final, golpeando especialmente a los haitianos más pobres en medio de la última crisis política.
El presidente interino Jocelerme Privert, cuyo mandato concluyó el mes pasado pero continúa en el cargo mientras los legisladores divididos demoran una votación sobre el futuro del gobernante, ha amenazado con cancelar las licencias médicas a los doctores residentes de los hospitales públicos, pero esa postura sólo atizó las tensiones.
«Pretende intimidar a los médicos residentes», dijo el doctor Joseph Herold, quien es residente en obstetricia y ginecología desde hace tres años.
Recientemente, los médicos especialistas intentaron presentarse a trabajar en el hospital de la Universidad Estatal pero fueron rechazados por los doctores residentes en huelga.
Una huelga de hospitales es lo último que necesita Haití.
La esperanza de vida en Haití es desde hace mucho tiempo la más corta en el hemisferio occidental. Son comunes en el país las enfermedades transmitidas por mosquitos, el sarampión, la meningitis y otros flagelos. La desnutrición y el crecimiento atrofiado de los jóvenes son generalizados. El cólera ha matado al menos a 10.000 personas desde la llegada de la enfermedad en 2010, posiblemente contagiada por cascos azules de la ONU.
Pocos pacientes pueden comprar los medicamentos que les fueron recetados y la atención privada está fuera del alcance de muchos. Quienes tienen los medios buscan atención en Miami o en la vecina República Dominicana.
Aproximadamente el 50% del total del gasto de salud en Haití lo proveen organizaciones no gubernamentales, según el Banco Mundial. Los pacientes han acudido en grandes números a las clínicas y hospitales administradas por las ONG en medio de la huelga.
En una tarde reciente, decenas de personas pobres que intentaban que las pusieran en listas de espera acampaban afuera del hospital Mierbalais, que recibe recursos públicos y privados, y fue creado por la organización Partners in Health (Socios en la Salud), con sede en Boston. El hospital, que está bien equipado, abrió sus puertas en 2013.
Asania Sineus llevaba seis días de espera afuera, en las puertas del hospital escuela, para que atendieran a su madre de las lesiones que sufrió debido a un accidente con una moto. Antes había llevado a su madre a un hospital público en Gonaives, pero estaba cerrado.
«Viajar hasta acá es difícil para nosotros. Pero, ¿qué más podemos hacer?», dijo la estudiante de 20 años en el lugar donde acampaba con unas mantas apiladas.
En el hospital de la Universidad Estatal de Puerto Príncipe, cuya reconstrucción debía ya haber concluido mediante donativos internacionales por 83 millones de dólares, Penina Pierre estaba sentada sola en un pabellón de dermatología.
Pierre es atendida por misioneros que vienen de visita y le dan de comer porque no tiene familia.
«Quizá los médicos volverán algún día», declaró la mujer, a la que se le vía la piel descolorida e inflamada en la parte que no tenía vendada en un pie.