Solo unos cuantos habitantes pudieron salir de los barrios rebeldes de la ciudad siria de Alepo (norte) antes de que los insurgentes les impidieran utilizar los corredores humanitarios habilitados por el gobierno, informó una oenegé el viernes.
Con la apertura de estos corredores, el gobierno sirio trata de vaciar estos barrios, donde viven unas 250.000 personas, para poder retomar más fácilmente estos sectores, en manos de los rebeldes desde 2012 y poder recuperar el control total de la segunda ciudad de este país en guerra.
Desde que Rusia, aliada del régimen sirio, anunció el jueves la apertura de esas vías, «una docena de personas pudo salir a través de uno de los corredores desde el barrio de Bustane al Qasr», señaló el director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), Rami Abdel Rahman.
«Pero los grupos rebeldes reforzaron a continuación las medidas de control hacia los corredores, impidiendo que los habitantes se acercaran», agregó.
La oenegé precisó que los corredores están cerrados por el lado rebelde pero abiertos en el otro extremo, es decir, en las áreas controladas por el régimen.
A pesar de este gesto, los rusos y el ejército sirio continuaron bombardeando los barrios rebeldes el viernes antes del amanecer, informó el OSDH.
La antigua capital económica de Siria está dividida desde 2012 entre barrios controlados por el régimen en el oeste y en las zonas del este, en manos de los rebeldes.
Las tropas del presidente Bashar al Asad llevan meses intentando reconquistar el sector rebelde, que tienen asediado desde el 17 de julio, con el lanzamiento de barriles de explosivos y bombardeos en los que también ha participado la fuerza aérea rusa.
El ministro ruso de Defensa, Sergei Shoigu, anunció el jueves que se abrirían cuatro corredores humanitarios en la ciudad para los civiles y aquellos «combatientes que quieran deponer las armas».
Varios hombres preguntados por la AFP afirmaron que temían que el régimen los encarcelara una vez que hubiesen salido de los barrios rebeldes.
Según los analistas, la pérdida de Alepo podría significar el inicio del fin de la rebelión y representar un punto de inflexión determinante en la guerra siria, que ha dejado más de 280.000 muertos en cinco años.