El mayor Carnaval del mundo arranca este viernes y que espera recibir un millón de turistas y 1.000 millones de dólares hasta el miércoles de ceniza.
Aunque decenas de grupos de carnaval callejeros -conocidos como blocos- hace semanas que calientan el ambiente, la fiesta arranca oficialmente este viernes por la tarde con la entrega de las llaves de la ciudad al Rey Momo, que simbólicamente dirigirá Río estos días de 'folia'.
Sin embargo, por primera vez en la historia, no será el alcalde quien entregue el poder al monarca de todos los excesos.
Marcelo Crivella, el exobispo evangélico que asumió el cargo en enero, podría incluso viajar y esquivar así la mayor festividad de la ciudad, reforzando la idea de que este maratón de baile, alcohol y seducción no es del agrado de esta creciente religión puritana.
Muchos cariocas no le perdonan este esquinazo ni le perdonarían la ausencia de los majestuosos desfiles de las doce escuelas de samba del llamado "grupo especial" en el Sambódromo, a los que asistió religiosamente cada año su antecesor.
Mangueira, la campeona del año pasado y una de las más populares, dedicará su 'enredo' (tema) a la diversidad religiosa, con una exaltación a la umbanda y el candomblé que denuestan los evangélicos.
La escuela Sao Clemente paseará por la avenida Sapucaí las vergüenzas de la corrupción evocando la historia de un ministro del Rey francés Luis XIV, que a muchos brasileños les resultará familiar al comportamiento de algunos políticos dentro del megaescándalo a Petrobras.
Aunque, sin duda, la crítica más frontal será la de la escuela Imperatriz Leopoldinense contra los poderosos empresarios agrícolas, que le ha valido fuertes críticas a su colorido homenaje a la naturaleza y a las tribus del Parque Indígena de Xingú.
"El carnaval parece una fiesta pero es mucho más que eso", dice el escritor Gregorio Duvivier, un prominente participante del carnaval de calle y uno de los creadores del popular portal humorístico Porta dos Fundos.