Carl Sagan, el célebre astrónomo estadounidense, descubrió en 1993 que imágenes que habían sido tomadas por la nave espacial Galileo reflejaban extraños destellos de luz en el planeta Tierra. Habían lanzado la sonda espacial no tripulada para estudiar Júpiter y sus lunas, pero el equipo liderado por Sagan se topó con datos inesperados.
Su hipótesis de entonces consignaba que si ellos eran capaces de detectar signos de vida en la Tierra desde el espacio, cualquier vecino extraterrestre por descubrir, también podría identificar que el planeta está habitado. Las imágenes de Galileo mostraban destellos que se reflejaban como espejos, pero solo en zonas cubiertas de agua.
"Grandes extensiones de océano azul y costas aparentes están presentes, y un examen detallado de las imágenes muestra una región de reflexión especular (reflejo) en el océano, pero no en tierra", informó el equipo de Sagan.
24 años después, la NASA se sorprendió cuando detectó 866 ráfagas de luz entre junio de 2015 y agosto de 2016; todas ellas procedentes de la Tierra. Cuando los astrónomos de la agencia espacial utilizaron las antiguas imágenes de Galileo para su comparación reconocieron que habían pasado un detalle por alto: las reflexiones también habían aparecido en la superficie terrestre.
En principio se creía que los destellos eran causados por la luz solar que se reflejaba en el océano, pero el hallazgo anterior replanteó la hipótesis. Nadie tenía una respuesta para el reflejo en la Tierra. "Cuando lo vi por primera vez pensé que quizá había algo de agua allí, o un lago en el cual el sol se reflejaba, pero el brillo es bastante grande, así que no fue eso", señaló Alexander Marshak del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA.
Con el objetivo de dilucidar el fenómeno, el equipo liderado por Marshak catalogó todos los flashes -los de 1993 y los últimos- y determinaron su ubicación. Plantearon que los destellos eran causados por la luz solar reflejada y que, por eso, solo aparecían en ciertas áreas del globo. Descubrieron que estos puntos estaban localizados donde el ángulo entre el Sol y la Tierra eran los mismos que el ángulo entre la nave espacial y la Tierra.
Los investigadores pudieron comprobar tal teoría y descartar a los relámpagos, otra causa potencial para los destellos con la que se especulaba. Gracias a los datos recopilados, pudieron determinar de dónde provenían los reflejos y reducir el perímetro de 5 a 8 km por encima de la superficie, donde flotan los cristales de hielo.
La explicación, entonces, más allá de que su brillo excede al agua, está en el agua. "La fuente de los destellos no está en el suelo. Es definitivamente el hielo, y muy probablemente la reflexión solar de las partículas orientadas horizontalmente", dijo Marshak.