Las personas que tienen un coeficiente intelectual (QI) superior a la media están más expuestas a padecer enfermedades, tanto mentales como fisiológicas, ha descubierto un estudio publicado en la revista Science Direct.
El coeficiente intelectual? es una puntuación obtenida de alguno de los test estandarizados diseñados para valorar la inteligencia. Históricamente el QI se obtiene dividiendo la edad mental de una persona entre su edad cronológica y multiplicando el resultado por 100, obteniendo así un indicador de la inteligencia "esperable" del individuo.
El descubrimiento se ha producido porque investigadores norteamericanos encuestaron a 3.715 personas con un QI superior a 130. Una puntuación entre 85 y 115 se considera el reflejo de una inteligencia normal.
Los encuestados eran miembros de Mensa, una asociación internacional de superdotados fundada en 1946. Para pertenecer a Mensa es necesario estar en el percentil 98 o mayor en una prueba de coeficiente intelectual. Mensa tiene 120.000 miembros en todo el mundo (50.000 en Estados Unidos, 2.000 en España).
Los encuestados debían responder si en algún momento de sus vidas habían sido diagnosticados con alguna enfermedad mental como el autismo, el déficit de atención o la hiperactividad.
También debían señalar si padecían problemas de humor, ansiedad o depresión, o si sospechaban que padecían alguna enfermedad mental que aún no se había diagnosticado. Asimismo, si padecían enfermedades fisiológicas, como alergias a los alimentos o asma.
Los investigadores compararon los resultados obtenidos con los de las personas con un coeficiente intelectual normal (entre 85 y 115 puntos). Para ello cruzaron las enfermedades mentales reflejadas por los encuestados con las estadísticas nacionales de Estados Unidos.
Los resultados fueron categóricos: se confirmó una alta relevancia estadística y una relación de riesgo relativo notablemente alto de diagnósticos para todas las condiciones examinadas entre los datos del grupo Mensa, en comparación con las estadísticas promedio nacionales.
Por ejemplo, se descubrió que mientras que el 10% de la población norteamericana ha sido diagnosticada con ansiedad, este porcentaje se duplica en el colectivo de los miembros de Mensa.
Esto coloca al coeficiente intelectual alto como un factor de riesgo potencial para trastornos afectivos, de atención e hiperactividad, o autismo, y para una mayor incidencia de enfermedades relacionadas con la desregulación inmune.
Inmunología debilitada
Según los investigadores, estos datos confirman asimismo la hipótesis científica según la cual las personas intelectualmente superdotadas son más sensibles a los estímulos del entorno y por ello disponen de un sistema inmunitario más débil.
Además, la hiperactividad cerebral tendría también consecuencias psicológicas, según los investigadores, ya que un porcentaje significativo de este colectivo padece cotidianamente una hipersensibilidad emocional y física que les lleva, por ejemplo, a alterarse ante cualquier ruido, como la apertura de una caja.
Los investigadores insisten en que el QI no puede ser considerado como el detonante de las enfermedades mentales, sino que las personas con un coeficiente intelectual elevado tienen una predisposición mayor a padecerlas que las demás personas.
Esta investigación confirma por tanto que existe una estrecha relación entre un cerebro superdotado y un cuerpo hipersensible que aumenta su vulnerabilidad ante enfermedades, lo que constituye una pista para desarrollar nuevas investigaciones sobre esta población de riesgo.
La realidad es que si, por un lado, se considera que la alta inteligencia anticipa buenas expectativas para las personas superdotadas, como el éxito en los estudios o el nivel de ingresos, sin embargo se sabe poco sobre las dificultades experimentadas por este colectivo. Este estudio es un primer paso para comprenderlo mejor y contribuir a que también vivan mejor y sean más felices.