Almas reunidas para honrar el rock, almas juntas para dar homenaje a la banda que prácticamente dio inicio a este movimiento en Nicaragua, almas enlazadas y que al unísono gritábamos desde el corazón cada una de las canciones de C.P.U. Eso fue lo que se sintió en el concierto que se vivió este viernes 17 de noviembre en Maura & Simón, el cual simplemente fue impresionante.
Desde temprano, a eso de las 7:00 pm, Alejandro Mejía -leyenda del rock y metal nicaragüense- estaba en el área Bistro de este bar capitalino recibiendo a diferentes medios de comunicación que querían conocer más de este proyecto sobre el lanzamiento del disco, el cual realizó para dar el tratamiento adecuado y sobre todo merecido a esas rolas que marcaron toda una generación en el rock y metal de nuestro país.
Después de las 9:00 pm comenzaría el toque con Omnífono, clase banda en verdad, es el Noel "Chipi" Portocarrero on-fire. El conjunto de músicos y amigos con el que tiene esta agrupación musical es realmente de lujo y así se nota con cada canción, las cuales tienen ese punch que te incitan a rockear a conciencia. En vivo las rolas suenan muy bien y más potentes que lo subido recientemente en plataformas digitales, EP muy recomendable y que deben escuchar.
Pasado esto vino el turno del máster, quién más sino es el gran Monroy & Surmenage, en donde la gente también se activó para dejarse llevar por esos temas atractivos por estar cargados de un rock especial, alternativo y con la fuerza que le imprime su vocalista que no se apena en dejar el alma en cada escenario. A cabo de un rato subiría Alejandro para el gusto y júbilo de todos los presentes, luciéndose al cantar junto a Josué La Tumba del Guerrillero, tema revolucionario que en esta versión pesada es una delicia para los oídos.
Entre que terminó esta presentación y se esperaba el rock de C.P.U la gente se notaba emocionada, muchos de ellos que dieron sus primeros pasos en los conciertos nacionales gracias a Mejía y que ahora 17 años después se volvían a conectar en un mismo sentimiento. Por eso es que cuando ya apareció Alejandro en la tarima los gritos eran incontrolables, los cuales no pararon durante todo el toque. ¡Y qué clase toque hermanos y hermanas!
En un santiamén asimilé todo ese concierto, se me hizo cortísimo porque cada tema es un deleite musical sin precedentes. Alejandro igual estuvo en el punto exacto de lo que esperábamos y sus músicos estuvieron finísimos. Por ahí escucharíamos "Encuentros Cercanos del Tercer Tipo", "Hombres de Acero", "Decadencia", "Obras, No Palabras" y por supuesto "Nica en Costa Rica". La manifestación eran cientos de personas que en la parte de adelante estuvimos en la brincadera, empujadera, headbangueadera pero todo sin maltratarse. Por ahí gente caía al suelo y los levantaban de inmediato, así que me alegra siempre ver que los mosh no son para atentar contra la vida de alguien sino al contrario, recargarse de "rocks", -como dice el buen Handel- para elevar la adrenalina en el cuerpo y después físicamente expresar esa admiración por la música.
El concierto avanzaría su curso y no paraba el sentir de todos los presentes, creo que muchos se desgarraron la garganta, el pecho, su mismo núcleo cuando llegó el momento de la rola más emblemática del rock/metal de Nicaragua: ¡Cristo Viene!… "¡Aleluya hermano, vamos al estadio! ¡Cristo Viene única presentación!". Se eriza la piel de solamente recordarlo y escribir estas palabras, la sensación que te genera eso y el contexto de este concierto en donde el talentoso cineasta Gabriel Serra estaba grabando para el documental Wal-Ter, sobre la vida de Alejandro Mejía, engloba en sí uno de los mejores momentos que he vivido en este 2017 de todos los toques que me ha tocado cubrir, incluyendo a los artistas internacionales.
Al finalizar creo que muchos buscarían cómo conseguir a lo inmediato el disco de C.P.U, cuya grabación se hizo en el Teatro Nacional Rubén Darío y se siente el cuidado que emplearon en el mismo, porque a como dije en una nota anterior está brutal, tremenda calidad de sonido y se percibe el esfuerzo enorme de Alejandro por poder reflejar esa energía que proyectaba en su juventud. A pesar de los años se mantiene con una presencia escénica intacta, quizás distinta, pero siempre poderosa, la cual esperamos poder seguir disfrutando hasta el fin de los tiempos. ¡Viva el Rock Nicaragüense!