Alfred Kinsey (1894-1956, Estados Unidos) hace 60 años publicó el ‘Comportamiento sexual de la mujer’ (1953), el primer estudio sexual del género femenino. Gracias a él podemos reflexionar sobre la evolución de las conductas sexuales de las mujeres durante décadas y sobre todo nos podemos preguntar qué se ha conseguido de la tan nombrada y comentada, sobre todo estos días, liberación sexual femenina.
Hoy en día se vende que las mujeres gozan de una libertad plena en el campo de la sexualidad, cuando en realidad, cada vez el cuerpo femenino está más hipererotizado junto con una cultura hipersexualizada y un bajo autoconocimiento. Estamos viviendo una mezcla explosiva.
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La exigencia hacia las mujeres va en aumento, deben estar perfectas, ser trabajadoras, madres, tener buen cuerpo y además desear siempre tener sexo. Se está confundiendo libertad sexual con disponibilidad.
También confundimos erotizar y ser sexy con sentirse erótica y tener deseo. Se sigue fomentando a través de los medios de comunicación, el cine, el patriarcado, etc. a un prototipo de mujer disponible, accesible y que se ofrece hacia el hombre para gustarle y atraerle. En vez de potenciar el deseo propio, el conocer el cuerpo, el tener consciencia de una misma.
No debemos olvidarnos que, por supuesto, se ha recorrido un largo trayecto y se han conseguido algunas libertades sexuales con el propio cuerpo, con las prácticas sexuales, con la expresión social pero no significa que se haya llegado a la meta del camino, queda mucho recorrido.
Las consecuencias de este panorama son varias. La principal es la insatisfacción sexual, por ejemplo, el no llegar al orgasmo en el coito como el hombre espera, cuando en realidad hay mil prácticas y opciones para experimentar y disfrutar que no sea pasar por el coito o que sea el final. También aparece la culpabilización por no satisfacer al hombre, por no tener deseo cuando él está deseándolo. Y sin olvidarnos del poco autoconocimiento y autoaceptación.
Se llegará a la verdadera liberación cuando las mujeres puedan ser ellas mismas, permitir la diversidad, conocerse a sí mismas, mostrar aquello que sientan y respetar todas las formas posibles de expresión. Este trabajo es de todos, no se trata de responsabilizar a los hombres, porque todos tenemos el compromiso de luchar juntos y como equipo. Y no se trata de hacerlo solo un día sino los 365 días para ir dando pasos hacia delante.