"Cuando vuelvas a la pelea, quiero que no dejes de pegarle hasta que caiga sobre tu hombro o el árbitro te frene. Sigue pegando hasta que te paren", fueron las palabras de Gil Clancy, entrenador de Emile Griffith, tras el sexto round del combate entre su pupilo y Bernardo "Benny Kid" Paret el 24 de marzo de 1962.
El Madison Square Garden explotaba de espectadores en Nueva York y la cadena ABC transmitía las imágenes de aquella pelea, la cual terminó con un trágico final, producto de un insulto que sobresalió por sobre los demás en el pesaje previo: "Maricón".
Oriundo de Saint Thomas, en las Islas Vírgenes, el pequeño Griffith pasó de dedicarse a la industria textil femenina a ser campeón mundial de peso welter y mediano. El norteamericano, que debutó en 1958, posee un historial de 85 victorias, 24 derrotas y un empate. Entre los triunfos se destacó un nocaut que le cambió la vida.
"Benny" Paret, en cambio, nació en Santa Clara, Cuba, y emigró a los Estados Unidos para continuar su carrera pugilística, en la que combatió en las categorías welter, mediano y semipesado, siendo la primera la que le rindió más frutos. Su récord alcanzó las 35 peleas ganadas, tres empates y doce combates perdidos, siendo uno de ellos su última presentación en un ring.
Los rumores sobre los gustos sexuales persiguieron a Griffith durante gran parte de su carrera como boxeador.
El uso de las provocaciones por parte de los contrincantes en los pesajes previos a las peleas siempre fue parte de una especie de "tradición". En el que se llevó a cabo el 23 de marzo un insulto resaltó sobre el resto. "Eres un maricón", se burló Paret mirando a su oponente a los ojos y tocándole el trasero. Algo que ocasionó la risa de todos los presentes.
El estadounidense sintió esas dos palabras como si hubieran sido un fuerte puño al mentón y quiso responder con un golpe certero: "Tranquilo. Espera a mañana", le aconsejó Clancy.
Las palabras del cubano calaron muy hondo durante las horas previas al combate. "No estaba al tanto de que fueras así", había expresado la novia de Griffith tras la trascendencia mediática que había tomado el asunto, y lo dejó.
La pelea transcurrió sin altibajos durante los primeros seis rounds, fue en ese momento en el que el estadounidense cayó y la campana lo salvó del conteo. Allí surgieron las palabras de su entrenador: "Cuando vuelvas a la pelea, quiero que no dejes de pegarle hasta que caiga sobre tu hombro o el árbitro te frene. Sigue pegando hasta que te paren".
Griffith, cargado de una ira descomunal, la cual soportó desde que su oponente lo insultó, saltó al séptimo asalto y no paró de castigar a Paret hasta el décimo segundo round.
"Benny Kid" no reaccionaba. Cada golpe, sumado al desgaste de su enfrentamiento anterior (3 meses antes había luchado con Gene Fulmer), se hacía más pesado a tal punto que terminó sin defensa sobre las cuerdas.
29 golpes seguidos. 18 de ellos en seis segundos, de los cuales los últimos cuatro, el cubano ya no ofrecía respuesta alguna.
Ese episodio marcó de por vida al estadounidense: "Nunca fui el mismo boxeador después de esa noche. Tenía miedo de lastimar. Hacía lo suficiente para ganar. Usaba jabs y no cruzaba golpes. Me hubiese retirado, pero no sabía hacer otra cosa", recordaba en la biografía que escribió Ron Ross en 2008. Griffith había ganado sólo nueve peleas de las últimas veintitrés.
"Me cansé de que me llamara marica. Yo no quería matar a Paret, pero lo que me dijo me afectó", reconoció Griffith a The New York Times en una entrevista publicada el 14 de abril en 2005.