Stef Ostrander es una extranjera enamorada de Nicaragua, quien comenta cómo ha visto el cambio y el progreso en nuestro país al punto de ser uno de sus lugares favoritos. A continuación su relato.
En 2009 viajé por toda Centroamérica con mis hijos de 9 y 12 años. Entonces, pasamos 4 días en Nicaragua, más que todo en Granada. Mi impresión sobre Nicaragua fue la de un país en decaimiento, todavía adolorido por la debilitadora guerra.
Luego en 2016 y 2017 regresé con mi pareja a un país diferente, emergente y con grandes aspiraciones. Su amor de 10 años con Nicaragua era atractivo y yo estaba emocionada por modificar mis impresiones.
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Durante esas visitas, me quedé impactada porque el tema de la seguridad ya no era un problema. Mis manos y mis ojos ya no se distraían para cuidar mis pertenencias o identificar ladrones. Era evidente que todo estaba bien con los nicaragüenses sin la necesidad de cometer delitos. Una enorme calma era lo que yo observaba. Hay más empleo, más escuelas y más teléfonos celulares.
Hoy, cuando le cuento a mis amigos que regresaré a Nicaragua, mis palabras se llenan de entusiasmo; y para los canadienses es de un gran gusto saber que los viajes a este país no son costosos. Mencionando en mis artículos lo bien que la pasa uno hacienda yoga, surfeando y meditando en lugares ecoamigables.
La Isla de Ometepe es mi escondite favorito. Lo suficientemente remoto para huir de los viajeros de fin de semana y para atraer al viajero intrépido y comprometido. Pero Nicaragua crecerá en dependencia en el aporte en dólares de los turistas y la compra de propiedades por parte de extranjeros. Los lugares serán modernizados con carreteras, hostales, centros turísticos, puestos de jugos y ecoaventuras.
¿Podrá Nicaragua crear un balance entre turismo sostenible y aprovechamiento? Definitivamente, con semejante potencial se verán cada día más turistas e inversionistas muy dispuestos a aprovechar un destino tan especial.