“Tabárez logró el gran cambio que Uruguay necesitaba”, dice el presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, Wilmar Valdez.
Valdez habla en la sede de la AUF, rodeado de trofeos que Uruguay consiguió en viejas épocas de gloria. Pero cuando Tabárez asumió como entrenador de la selección en 2006, la Celeste acababa de ser eliminada por la débil Australia en el repechaje para la Copa del Mundo de Alemania y no lograba una actuación de cierto destaque en un Mundial desde el cuarto puesto de México 1970, casi 40 años atrás.
Tabárez logró mucho en estos años. Para empezar, clasificó en todas las eliminatorias que disputó desde entonces: 2010, 2014 y 2018. En Sudáfrica 2010 alcanzó el cuarto puesto con una actuación que revivió en la memoria colectiva los viejos tiempos de gloria. En 2014 fue eliminado en octavos de final, pero antes derrotó a Italia e Inglaterra. En 2011 ganó la Copa América.
En un anterior pasaje como seleccionador, Tabárez llevó al equipo al Mundial de 1990. Las cuatro veces que disputó la siempre pareja y dura eliminatoria sudamericana, clasificó a Uruguay.
En 2016 se publicó que Tabárez padecía una rara y grave enfermedad neurológica —el síndrome Guillain-Barré— y algunos especularon con su renuncia. El entrenador exhibía entonces dificultades para desplazarse, usaba bastón y un carrito eléctrico. Sin embargo, Tabárez no renunció. Desmintió tener ese mal sino una “neuropatía crónica” que, dijo, no le impedía cumplir con su trabajo.
"No convivo con ningún tipo de dolor. La neuropatía me causa problemas motrices, sobre todo en la marcha”, declaró. “Como es una enfermedad crónica, a veces estoy un poquito mejor".
Hoy, Tabárez ha mejorado algo su motricidad y la prensa local ya no habla del tema. Al respecto, Valdez declaró a la AP: “Se encuentra bien y no es motivo de preocupación hoy”.
El “Maestro”, como lo llaman todos ya que es maestro de escuela, depuró al seleccionado de viejos vicios: inconductas dentro y fuera de la cancha, indisciplina, expulsiones recurrentes. El capitán Diego Godín relató que el cuerpo técnico del seleccionado les llama la atención a los jugadores incluso cuando son expulsados en sus equipos.
El énfasis de Tabárez en este punto no es casual. Hasta hoy, Uruguay detenta un récord vergonzante: el de la expulsión más rápida en la historia de los mundiales, una marca conseguida en 1986 cuando el lateral José Batista fue expulsado a los 56 segundos del partido contra Escocia.
“¡Hoy entramos 11 y salimos 11!”, les decía Tabárez a sus jugadores, cuenta Diego Forlán en el prólogo de un libro que es best seller en Montevideo: “Maestro. El legado de Tabárez”, de Luis Inzaurralde y Jorge Señorans.
El libro se vende porque Tabárez despierta pasiones desde Sudáfrica 2010.
“Lo que ha logrado el Maestro en todo este proceso ha sido muy grande porque empezó totalmente de cero. Él ha generado todo lo que se logró y lo que vendrá. Si hoy Uruguay es tan respetado a nivel mundial es por lo que él logró”, dijo a The Associated Press el portero Fernando Muslera.
La importancia trasciende a la selección mayor, ya que Tabárez tomó para sí la tarea de coordinar también las juveniles. No solo obtuvo allí buenos resultados, sino que hoy la selección mayor se nutre de jugadores que se foguean en selecciones jóvenes que antes carecían de coordinación y ahora trabajan sincronizadas y con un objetivo: alimentar a la mayor.
Uno de esos jóvenes es el volante Nahitan Nández. Todavía recuerda la primera vez que Tabárez le habló. Fue en una práctica de la Sub20. “Cada pelota que yo agarraba quería meter un cambio de frente de 20 metros. El Maestro me llamó y me dijo que no hiciera eso, que jugara pensando en lo mejor para el equipo”.
Los detractores de Tabárez, que son pocos, sostienen que este hombre de 71 años, solo ha tenido suerte. Que le tocó una generación brillante: primero Forlán, después Luis Suárez y Edinson Cavani.
“No es así. Cuando él comenzó Suárez y Cavani no eran los de hoy, ni tampoco Godín. Al contrario, él fue el gran formador de esos futbolistas”, dice Valdez, el presidente de la AUF. “Ellos llegaron a la selección siendo muy jóvenes y fueron asimilando lo que Tabárez quería. Tiene gran cuota de responsabilidad en su evolución y también en que ahora aparezcan nombres como Nández, Matías Vecino o Rodrigo Bentancur”.
Lo primero que les pide Tabárez a los jugadores es una adhesión total a la camiseta. "No somos potencia, pero nos sentimos más fuertes que cuando empezamos por el esfuerzo grupal, la solidaridad, la capacidad de superar momentos difíciles, de caerse y volver a levantarse", dijo en una oportunidad.
Es un obsesionado de la entrega, el orden y la disciplina. Sostiene que un país de apenas 3,3 millones de habitantes no puede desperdiciar una gota de tiempo ni de energía si pretende competir con gigantes como Argentina o Brasil.
Fiel a su perfil bajo, Tabárez da vueltas cuando se le pregunta qué logro de estos 12 años le provoca más orgullo. Dice que no ha sido mérito exclusivamente suyo sino de todos los futbolistas. Luego admite: “Hemos propiciado una metodología del trabajo, una escala de valores, la transmisión generacional”.
Nández, por ejemplo, tenía solo 14 años cuando Uruguay conquistó el cuarto puesto en Sudáfrica. Tabárez se maravilla con que esos jóvenes hoy estén en la selección mayor.
Tabárez lo cambió todo, escribió Forlán en el libro “Maestro”: “Nos dio nuevas herramientas, descomprimió una presión que perseguía a Uruguay desde hacía años, creó un grupo, inculcó valores y, por si fuera poco, logró que jugáramos de igual a igual contra cualquier rival”.
Al volver de Sudáfrica 2010, la selección fue recibida por una multitud enloquecida, como si hubieran ganado el Mundial. Cuando todos esperaban un discurso victorioso, Tabárez sorprendió con una frase filosófica: “el camino es la recompensa”.
La próxima parada es Rusia. Él solo promete que su equipo dará batalla.