Un nuevo estudio arroja hallazgos alarmantes, pero probablemente eso no sorprenda a alguien que tiene un adolescente cerca: los estudiantes de secundaria de hoy en día están enviando mensajes de texto y mirando las redes sociales en lugar de leer libros y revistas.
En su tiempo libre, los adolescentes estadounidenses acunan sus dispositivos varias horas al día en lugar de perderse en medios impresos o de larga duración, según una investigación publicada por la Asociación Estadounidense de Psicología, destacó Infobae.
De hecho, 1 de cada 3 estudiantes de último año de secundaria no leyó un libro por placer en 2016. En el mismo período, el 82 por ciento de los estudiantes de 12º grado visitaron sitios como Facebook, Twitter e Instagram todos los días.
Jean Twenge, profesora de psicología en la Universidad Estatal de San Diego y una de los autoras del estudio, afirmó que la falta de lectura de ocio es preocupante. Para ella, el descubrimiento más importante oculto en los datos es esta estadística: en la década de los setenta, alrededor del 60 por ciento de los estudiantes de último año de secundaria afirmaban haber leído un libro, una revista o un periódico cada día. Cuatro décadas después, en 2016, el 16 por ciento de los estudiantes de último año señaló esa práctica.
"Este descenso en la lectura de medios impresos –particularmente en los libros de lectura- es preocupante", apuntó Twenge, autora de iGen: por qué los niños súper conectados de hoy crecen menos rebeldes, más tolerantes, menos felices y completamente desprevenidos para la edad adulta y lo que significa para el resto.
La razón de la preocupación es que el conjunto de habilidades y la atención que se necesita para digerir conceptos en la escritura son bastante diferentes en relación a un mensaje de texto o una actualización de estado.
"Leer textos extensos, como libros y artículos de revistas, es realmente importante para entender ideas complejas y desarrollar habilidades de pensamiento crítico", comentó Twenge. "También es una práctica excelente para los estudiantes que van a la universidad".
El estudio, conducido por Twenge y dos colegas en el estado de San Diego, Gabrielle Martin y Brian Spitzberg, se basa en datos extraídos de un proyecto llamado Monitoring the Future ("Monitoreando el futuro") que se ha estado llevando a cabo desde 1975. Dirigido por investigadores de la Universidad de Michigan y financiado por los Institutos Nacionales de Salud, Monitoring the Future ha encuestado a estudiantes de secundaria de todo el país, interrogándolos sobre sus planes de carrera y consumo de drogas, entre otras cosas.
Twenge, Martin y Spitzberg analizaron los hábitos de lectura de octavo, décimo y duodécimo grado desde 1976 a 2016, que representan a más de 1 millón de adolescentes. Los investigadores compararon el consumo de "medios heredados" de secundaria -libros, periódicos y revistas-, con el consumo de "medios digitales", que incluye Internet, textos de teléfonos celulares, videojuegos y redes sociales.
La disminución en las tasas de lectura de los medios heredados comenzó a principios de la década de los ochenta y se aceleró rápidamente después de mediados de la década del 2000, cuando los teléfonos inteligentes y el acceso a Internet de alta velocidad se volvieron ampliamente disponibles. Al mismo tiempo, el tiempo de pantalla de los estudiantes de secundaria, incluida la televisión, comenzó a aumentar, casi triplicándose desde finales de la década de los setenta hasta mediados de la década de 2010, según apunta el estudio.
En 2016, los estudiantes de 12º grado admitieron dedicar unas seis horas de su tiempo libre todos los días a medios digitales. Los estudiantes de décimo grado informaron que dedicaron cinco horas y los de octavo, cuatro horas.
Twenge dijo que ella y sus compañeros piensan que las tendencias están entrelazadas. Los datos muestran que, si tienen una hora libre, los adolescentes prefieren agarrar sus dispositivos antes que un libro. "¿Los medios digitales desplazan el tiempo de ocio que una vez fue utilizado en medios heredados? Encontramos que la respuesta es sí".
El desglose racial y de género del grupo coincide aproximadamente con la demografía nacional, y los principales hallazgos no variaron según la raza, el sexo y el nivel socioeconómico, de acuerdo a Twenge. Hubo una pequeña diferencia entre los sexos: las niñas informaron visitar los sitios de redes sociales con más frecuencia que los niños, mientras que los niños informaron pasar más tiempo en los videojuegos.
La pregunta de la encuesta que preguntaba a los estudiantes si y con qué frecuencia leían libros, revistas y periódicos no diferenciaba entre las versiones impresa y electrónica de estos artículos. Twenge reconoció que esto podría significar que los resultados del estudio subestiman o descuentan la cantidad de tiempo que los estudiantes de secundaria pasan leyendo en línea.
Pero esto es poco probable, especialmente con respecto a los libros. El estudio cita investigaciones previas en apoyo a la idea de que los estudiantes consideran que los libros y los libros electrónicos caen bajo el mismo paraguas, lo que significa que los hallazgos del estudio probablemente reflejen con precisión los hábitos de lectura de los adolescentes.
Twenge, que es madre de tres niños, dijo que sospecha que muchos padres encontrarán preocupante el nuevo estudio. No solo se podría traducir en menos tiempo de lectura sino también en un rendimiento más pobre en la universidad. También se ha demostrado que el uso de las redes sociales conduce a un mayor aislamiento social y problemas de salud mental.
Entonces, ¿qué pueden hacer los padres para que su hijo adolescente cuelgue el teléfono y abra un libro?
La solución puede requerir un baile complicado entre la coerción y la sugestión, según recomienda Daniel Willingham, profesor de psicología en la Universidad de Virginia y autor de Raising Kids Who Read.
El primer paso es sacar a sus hijos de sus pantallas. Pero no relacione la falta de tiempo de pantalla con la lectura forzada. No tome, por ejemplo, el teléfono de su hijo adolescente para decirle que puede recuperarlo una vez que haya leído durante 30 minutos.
"Esta no es la forma en que tratamos las cosas que son placenteras y que queremos enseñar a los niños", comentó. "Quiero decir, piénselo. Nunca obligaría a su hijo a comerse un trozo de torta".
En cambio, al imponer una prohibición temporal a los dispositivos, asegúrese de que los libros sean la segunda mejor opción disponible (después de la prohibición de las pantallas) para evitar el aburrimiento. Una forma de hacer esto, según Dean-Michael Crosby, un maestro de una escuela en Inglaterra que a menudo aconseja a los padres sobre este tema, es "llenar su casa con títulos atractivos". Sugirió dejar libros en la sala de estar, en la cocina e, incluso, en los baños.
"Incluso si recogen uno para buscar mientras esperan a que hierva el agua, ese podría ser el libro para ellos", comentó Crosby. "¡Ese podría ser el libro que los enganche para siempre!"
Tanto Willingham como Crosby recomendaron probar con novelas gráficas. Con la abundancia de imágenes, junto a temas más maduros y contenido apropiado para la edad, estos libros pueden ayudar a los adolescentes reacios a entrar en el mundo de la literatura.
Otra forma de inculcar el amor por la lectura es enseñar a los niños lo útil que puede ser. La próxima vez que su hijo se acerque a usted con una pregunta, apunta Willingham, dígales que busquen la respuesta visitando una biblioteca y leyendo el tema por su cuenta. Explique que los libros ofrecen un nivel de conocimiento profundo que no está disponible a través de la "gratificación instantánea" de Internet.
Finalmente, es importante modelar el buen comportamiento de lectura. "Eso casi es evidente", dijo Willingham. "Si le está pidiendo a su hijo que lea, y usted se pasa el tiempo en Instagram, ¿por qué se tomarían eso en serio?"