Los ganglios linfáticos se encuentran en varias zonas de la anatomía humana, el grupo más importante es el que rodea la cabeza, incluido el cuello. Si notas los ganglios inflamados y te preocupa saber el motivo, a continuación, te detallamos una de las posibles causas.
El sistema linfático forma parte del sistema inmunitario del cuerpo humano, está compuesto por una serie de ganglios y vasos linfáticos que distribuyen por todo el organismo la sangre, diferentes células y la linfa. La linfa contiene unas células llamadas linfocitos, que son los encargados de luchar contra las bacterias y las infecciones que puedan dañar al organismo.
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Un linfoma es un tipo de cáncer que se desarrolla directamente en los ganglios del sistema linfático. Las células blancas o linfocitos forman parte de la sangre y su principal función es combatir infecciones. A veces ocurre un fallo en los linfocitos, algo que desestabiliza el funcionamiento del sistema linfático, esto origina que se desarrollen unas células anormales, que se llaman células cancerosas.
Los ganglios se inflaman al detectar estas células anormales. La inflamación es un mecanismo de defensa del organismo, es un síntoma de lucha frente a la infección. Esta inflamación puede deberse a diferentes infecciones o bacterias, aunque en algunos casos, en el menor porcentaje, la causa de esta inflamación es el linfoma, el cáncer del sistema linfático.
Cómo distinguir una inflamación benigna de un linfoma
Cómo hemos comentado, los ganglios linfáticos pueden inflamarse a causa de diferentes infecciones, como la amigdalitis o la mononucleosis, enfermedades de tipo benignas. Si estás pasando por un proceso gripal o una infección con subida de temperatura, fiebre y notas una inflamación en los ganglios, es fácil que esté causada por la infección.
Pero si aparece una inflamación de un ganglio linfático que crece progresivamente, sin una causa aparente, sin asociarlo a cualquier otro proceso febril, es importante valorarlo lo antes posible. Hay una diferencia palpable en cuanto a la consistencia de la masa, cuando es una masa endurecida hay mayor probabilidad de que sea algún tipo de linfoma.
Lo fundamental es que en cualquier caso acudas al médico lo antes posible, tanto si tienes otros síntomas como si no, es primordial que te revisen ese bulto. Solo la atención sanitaria podrá facilitarte un diagnóstico fiable y un tratamiento efectivo.
Cómo se detecta un linfoma
El médico te hará una primera exploración, como ya hemos comentado, la consistencia de la masa puede dar una clara señal de su causa aparente. El especialista te hará una serie de preguntas para valorar si puede deberse a otras causas. Cuando la primera exploración no sea suficiente para obtener un diagnóstico, el médico solicitará una serie de pruebas:
– Análisis de sangre: Se realizará una analítica básica del hemograma, donde además se hará un recuento de los leucocitos, de las células de la sangre y otro tipo de revisiones para detectar posibles infecciones o deficiencias como anemia.
– Ecografía: Si la analítica de sangre no arroja la información suficiente como para obtener un diagnóstico, se realizará una ecografía.
– Biopsia: La biopsia de ganglio linfático se realiza para obtener una muestra del tejido, de esta forma se puede analizar y observar si existen células cancerosas.
Síntomas del linfoma en el cuello
Los síntomas para cualquier linfoma son bastante similares, las diferencias las marca el lugar donde se encuentre el cáncer y el estado de la gravedad. A diferencia de otros ganglios linfáticos que se encuentran en zonas más difíciles de detectar, cuando el linfoma está en el cuello es más visible.
El síntoma más evidente es el agrandamiento del ganglio, pero hay otros síntomas que pueden dar claras pistas sobre lo que está ocurriendo en el organismo, estos síntomas son:
– Fiebre alta, la temperatura sube sin causa aparente y de forma bastante constante.
– Pérdida de peso alarmante, si en los últimos 6 meses has perdido alrededor del 10% de tu peso sin un proceso de adelgazamiento, debes consultar con tu médico lo antes posible, aunque no hayas notado ningún otro síntoma.
– Sudoración nocturna de forma exagerada, llegando incluso a empapar la ropa y la cama.
– Agotamiento, cansancio constante y falta de energía incluso para las tareas más sencillas.
– Falta de apetito y sensación de llenura en el estómago.