103 detenidos en París en la octava protesta de los «chalecos amarillos»

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La «segunda temporada de la revolución ciudadana de los chalecos amarillos«, como la ha definido en Twitter el líder izquierdista de la Francia, InsumisaJean-Luc Mélenchon, comenzó el sábado con un poco más de fuerza que había terminado 2018. Los chalecos amarillos mostraron músculo en todo el país en su primera protesta de 2019, pero, sin lograr movilizar a tantos manifestantes como al inicio de este movimiento social.

Por la tarde, el portavoz del Gobierno francés, Benjamin Griveaux, tuvo que ser evacuado por el ataque de un grupo de chalecos amarillos al edificio donde se encuentra su despacho, del que también fueron evacuados sus colaboradores. Los atacantes -entre una decena y una quincena- forzaron la puerta con un vehículo de obras que se encontraba en las proximidades y accedieron al patio, donde dañaron dos vehículos, una verja y rompieron varios cristales. Según El Mundo.

«No se me ha atacado a mí, sino a la República» y «a la democracia», subrayó el portavoz, que consideró lo sucedido «inaceptable e inadmisible», y manifestó su esperanza de que los autores puedan ser identificados gracias a las cámaras de vigilancia para ser detenidos y «castigados». «No cederemos a los violentos ni a los que piden derrocar al Gobierno», dijo.

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Unos 25 mil chalecos amarillos protestaron el sábado en toda Francia en el llamado «acto 8», 3,500 de ellos en París, según datos de media jornada de la Policía francesa. Ese movimiento social logró reunir el 17 de noviembre a 282.000 manifestantes en todo el país. Pero, en las últimas semanas, había perdido bastante fuerza. El 29 de diciembre, el llamado «acto 7» reunió a 12 mil manifestantes en toda Francia a media jornada y unos 35. mil en su pico máximo.

«Sabemos que los chalecos amarillos están ahí. Son los medios (de comunicación) los que minimizan el movimiento para desanimar a las personas que quieren participar y dar una imagen no muy positiva del movimiento para disuadirlos de que salgan a la calle», se lamentó durante la manifestación Priscillia Ludosky, portavoz de los chalecos amarillos.

Ludosky se mostró satisfecha con la respuesta de los chalecos en esta nueva jornada de protestas. «Tenemos todavía cosas que decir y esto no ha acabado. Continuaremos hasta que nos propongan algo más constructivo», advertía la portavoz de este movimiento, después de hacerse selfies con los manifestantes que se lo pedían.

Los chalecos amarillos -bautizados así por la prenda amarilla fluorescente que portan los manifestantes y que se ha convertido en un símbolo contra las políticas del presidente Emmanuel Macron– no se muestran satisfechos con las concesiones del Gobierno y piden más: un aumento del poder adquisitivo, la instauración del referéndum de iniciativa ciudadana (RIC) y una subida de los salarios y las pensiones, entre otras reinvindicaciones.

103 detenidos

La jornada comenzó de forma pacífica en las calles de París. A medida que avanzaba la tarde volvió a haber enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, quema de vehículos y algunos destrozos en las calles, pero lejos de las imágenes de gran violencia que se vivieron en la capital francesa el pasado 1 de diciembre, en el que los «chalecos amarillos» más radicales dañaron con grafitis el Arco de Triunfo, rompieron escaparates y destrozaron el mobiliario urbano. El saldo de detenidos al final del día ascendió a 103, 101 continúan bajo custodia.

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Marc, un jubilado contagiado por esta «fiebre amarilla» que recorre el país, se puso el sábado el chaleco amarillo para protestar contra los recortes de las prestaciones sociales llevados a cabo por Macron para «satisfacer sus ambiciones europeas», según él. Este pensionista francés exige también que se introduzca un sistema proporcional en las elecciones, en vez del sistema de dos vueltas de la V República, que discrimina a los partidos pequeños o antisistemas.

«Macron no ha respondido a nuestras demandas y volveremos tantas veces como haga falta», advierte Stephanie, un joven francesa que trabaja en un fábrica y que asegura tener problemas para «llegar a mediados de mes» con su salario. Stephanie condena el intento del Gobierno de demonizar al movimiento.

El ejecutivo francés ha dicho esta semana que los chalecos amarillos que siguen protestando en las calles son meros «agitadores» que «promueven la insurrección para derrocar al Gobierno».

«Dicen que nos hemos radicalizado, que somos antisemitas, homófobos, pero no, solamente tenemos hambre y queremos vivir», explica esta joven, que en en la espalda de su chaleco amarillo ha escrito este mensaje al presidente: «Manu, ¿no nos escuchas? Entonces, vamos a gritar más fuerte».

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