La aventura extrema inició en la plaza municipal de Siuna, ahí salimos 11 motorizados con rumbo a la cuesta El Bálsamo, en donde entramos rumbo a la mina La Estrella. Nuestro objetivo fue llegar a la comunidad El Pijibay.
La primera cuesta fue la prueba para determinar la calidad de pilotos, solo seis pudimos aventurarnos y no nos imaginamos la calidad de aventura que nos esperaba. Cruces de río, laderas, pendientes inclinadas, pasadas rocosas nos conjugaron la aventura extrema.
En cada comunidad el rugir de los motores despertaba curiosidad en los niños quienes nos auxiliaron con agua, así mismo los comunitarios nos decían que jamás había pasado una moto por la zona. La amabilidad con que fuimos recibidos en cada comunidad nos enseñó el gran corazón de la gente del campo, un gesto muy significativo. Un vaso de agua significó mucho para nosotros en la primer venta que encontramos una empanada.
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Eso fue nuestro primer alimento del día. Ahí el ruso, uno de los motorizados, dijo que nunca había probado una empanada tan rica.
Yelsin se quedó sin palabras después de escuchar cómo los niños le decían que su moto era una máquina pero el chino, otro de los aventureros, dijo que siguiéramos y así fue. Después de unos minutos llegamos a la mina La Estrella. Al escuchar los resonadores salieron de sus casas para ver de qué se trataba,
Jamás se imaginaron que las motos podían atravesar ese camino, posteriormente nos reunimos con el grupo y partimos hacia la comunidad El Pijibay.
La espectacularidad de la carretera en buen estado nos dejó sin alientos, conjugado con los gestos de amabilidad en la montañas nos reflejaban la paz que se vive en el Triángulo Minero. Posteriormente salimos para Siuna.
Nuestra última parada seria el Río Wany. Un rico asado preparado por nuestras propias manos nos parecía más rico que Asado Tere o los de Doña Valvina… La expresión extrema culminó en la plaza municipal después de un recorrido por las calles de Siuna.