BRUMADINHO, Brasil (AP) — El padre Oliveira de Azevedo, arzobispo de Belo Horizonte, leía nombre por nombre la lista de muertos.
Ricardo Eduardo Silva. Marlon Gómez Santana. Paulo Las Casas Melo. La voz se le entrecortaba por el llanto. En las escaleras de la Iglesia Sao Sebastião, colmada desde mucho antes de que comenzara la misa, la emoción era compartida a siete días del rompimiento de la presa en la mina que dejó al menos 110 muertos.
Algunos se pasaban las manos por el rostro y otros se sujetaban la cabeza. La mayoría de los amigos, familiares y vecinos de Brumadinho, una ciudad aún en estado de conmoción, no deja de llorar a sus muertos.
La misa-homenaje fue convocada para que cientos de amigos y familiares pudieran decir adiós a los suyos. El arzobispo de Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, criticó a la empresa Vale, responsable por la presa que cedió el viernes pasado.
“Dos vecinos míos murieron. El hermano de mi yerno fue enterrado ayer. La pérdida es muy grande. Esta ciudad es como una gran familia… Esto fue un desastre”, dijo María Alves dos Santos, de 58 años.
Los vecinos de Brumadinho sujetaban velas encendidas. Adentro de la Iglesia, camino al altar, un señor aparecía con una carretilla repleta de barro cubierta con flores blancas. La referencia era elocuente. Contenía el mismo lodo que la semana pasada sepultó varios kilómetros de la ciudad y decenas de vidas.
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“Alivia un poco estar aquí, pero las vidas no vuelven. Hubo muchos sueños que se fueron antes de tiempo y quedaron enterrados”, lamentó dos Santos.
Oliveira de Azevedo oró por todos los afectados en la tragedia y dijo que Minas Gerais “no aprendió de sus lecciones pasadas”, en referencia al rompimiento de la presa de Mariana en 2015, que también enlutó al estado con 19 muertes.
“Lo que sucedió (el accidente en Brumadinho) es fruto de la idolatría del dinero. Detrás de esta tragedia hay miles de millones de lucro. La ganancia no puede pasar por encima de las personas. Brasil necesita cambiar”, dijo el arzobispo.
Decenas de familiares desfilaban hacia el alta para dejar flores.
“Mariana 2015. Brumadinho 2019. ¿Accidente o crimen?”, decía el letrero que llevaba uno de ellos.
“Que no se repita esta tragedia ambiental y humanitaria, ni ninguna otra tragedia anunciada”, cerraba su oración Oliveira de Azevedo, quien pidió rezar por las víctimas de la “tragedia criminal” por la que todavía existen 238 desaparecidos.
“Va a ser un proceso largo pasar este dolor. Lo sentimos en la piel. Va a ser bien doloroso poder olvidar todo eso, si es que algún día podremos hacerlo”, dijo Aline Coutinho, de 30 años.
Uno a uno, los vecinos de Brumadinho dejaron sus velas sobre la calzada y se fueron a sus casas con la liviandad del desahogo y con el deseo de aprender la lección y dar vuelta la página.