El sueño es una de las actividades más importantes para el ser humano, a pesar de las malas lenguas populares que intentan que tengamos una idea equivocada de su trascendencia. Descansar es vital para que podamos desarrollar correctamente nuestras funciones físicas y psicológicas.
A simple vista, no parece del todo inteligente que nos pasemos un tercio de nuestra vida durmiendo, pero lo cierto es que sin esa mínima cantidad, literalmente, no podríamos vivir.
De hecho, la Universidad de Chicago realizó en su día un estudio sobre los efectos de no dormir en mamíferos, concretamente sobre la privación total del sueño en 10 ratas. Los resultados fueron devastadores, pues todos los sujetos murieron o fueron sacrificados por acercarse a una muerte inminente entre los 11 y 32 días que duró la prueba. Por causas evidentes, no se ha hecho este mismo experimento con humanos.
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No obstante, otros estudios menos agresivos han demostrado que no podríamos vivir sin dormir más de 11 o 15 días aproximadamente.
A partir del tercer día sin dormir, los humanos empezamos a padecer alucinaciones y pequeños episodios de locura temporal. Si los problemas para dormir se vuelven crónicos, tendríamos un 40% más de probabilidades de sufrir alguna enfermedad psiquiátrica con un descanso adecuado y regular.
El Centro de Investigación del Sueño (CIS) de la empresa Flex realizó en 2016 un análisis exhaustivo sobre este problema. Los resultados, obtenidos a partir de una muestra de más de 2.000 voluntarios, determinaron que existen 7 comunidades autónomas que duermen por debajo de la media, siendo el País Vasco, Ceuta y Melilla las que mayor déficit presentan. A nivel europeo, se demostró que los españoles dormimos unos 40 minutos diarios menos.
Los expertos recomiendan dormir entre 7 y 9 horas diarias, pero esta es una meta que muy pocas personas pueden alcanzar. Los diferentes factores implicados, como el huso horario y nuestro frenético ritmo de vida, están dejando una huella importante en nuestra salud.
1. 1. El alcohol facilita el descanso
Esta idea está muy arraigada, pero no tiene base cientí?ca. Sí es cierto que cuando hemos ingerido alcohol experimentamos somnolencia, sin embargo, una vez hemos conciliado el sueño, su calidad empeora. La profundidad y el efecto reparador que se produce en el descanso normal se ven alterados porque la bebida reduce la fase REM. En este periodo se registra una relajación muscular total y se presentan los sueños, indispensables para reorganizar nuestro cerebro.
El alcohol también aumenta la probabilidad de que ronquemos y, por tanto, de que suframos apneas. Son algunas de las conclusiones de un estudio realizado por Christian Nicholas y sus colegas de la Universidad de Melbourne, en Australia, publicado en la revista Alcoholism: Clinical & Experimental Research.
2. 2. Mientras duermo puedo aprender cosas
Con el sueño perdemos nuestra autoconciencia, pero eso no signi?ca que el encéfalo permanezca inactivo. En realidad, está trabajando en tareas fundamentales para procurarnos bienestar. Por ejemplo, en el descanso se ?jan los conocimientos que hemos adquirido durante la vigilia. Por eso se a?rma que lo más adecuado antes de presentarse a un examen, además de estudiar, es dormir el número de horas adecuado.
Sin embargo, eso no signi?ca que la mente pueda asimilar nuevos conocimientos mientras se está durmiendo, por ejemplo una lección de inglés reproducida con MP3. Este mito se popularizó en 1942 a raíz de los experimentos del psicólogo Lawrence LeShan encaminados a comprobar si era posible erradicar la costumbre de morderse las uñas a un grupo de alumnos. Dividió a los niños en dos habitaciones distintas. Al primer grupo les ponía por la noche un fonógrafo que repetía la frase "las uñas de mis dedos saben mal". El segundo dormía sin este aparato.
3. 3. La cama, el deporte de los vagos
Dedicar tiempo a descansar lo su?ciente es la mejor forma de ser productivo. No hacerlo in?uye negativamente en la manera de razonar y sentir, y también se incrementa la probabilidad de sufrir problemas metabólicos y endocrinos. Rachael Taylor, investigadora de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, ha descubierto que los niños de edades comprendidas entre tres y cinco años que duermen menos de once horas por noche son más propensos a tener sobrepeso u obesidad cuando cumplen los siete.
4. 4. El fin de semana recupero el sueño perdido
Remolonear entre las sábanas el sábado y el domingo para compensar la dinámica de trasnochar y madrugar los días laborales puede tener sus ventajas, como reducir el riesgo de diabetes, tal y como sugiere una investigación realizada en la Universidad de Chicago. Sin embargo, no es una buena forma de equilibrar todo el sueño que hemos perdido, lo que puede acarrear numerosos problemas de salud.
5. 5. Roncar es molesto pero no perjudicial
Los ronquidos pueden convertirse en una pesadilla. Cuando se dan de forma reiterada representan un indicador ?able de los achaques que nos esperan a medio plazo. Por tanto, debe valorarlos un médico. Roncar es un signo, por ejemplo, de la apnea del sueño las pausas en la respiración que sufren algunos durante el descanso. A veces, quienes las padecen se despiertan con sensación de ahogo, pero lo más relevante desde el punto de vista médico es que esas interrupciones reducen los niveles de oxígeno en sangre el ritmo del corazón se altera y esta llega con más di?cultad a los tejidos del cuerpo, lo que tiene a largo plazo efectos cardiovasculares. También aumenta la probabilidad de sufrir accidentes de trá?co, pues el sueño no es reparador y la persona se levanta cansada.
6. 6. Con luna llena duermo peor
La palabra lunático procede de la creencia común de que al dormir bajo la luz de la luna nos comportamos de una forma excéntrica e impredecible. La in?uencia de los astros también es el motor de la astrología y otras pseudociencias adivinatorias. ¿Tiene alguna base cientí?ca la creencia de que el satélite de la Tierra modi?ca nuestro comportamiento o el descanso? Un estudio en la revista Frontiers in Pediatrics aporta luz sobre el asunto. El cientí?co Jean-Philippe Chaput, del Instituto de Investigación de Ontario Oriental, en Canadá, estudió la correlación entre las fases lunares y el sueño. Para ello, analizó los niveles económicos y socioculturales de 5.812 niños procedentes de los cinco continentes, así como un puñado de factores tales como la edad, el sexo, la educación de los padres, el índice de masa corporal, el tiempo que dormían por la noche, el día en que se realizó la medida, el grado de actividad física y también el de sedentarismo.
7. 7. A quien madruga, Dios le ayuda
El ciclo circadiano es el nombre del reloj biológico interno que controla nuestros ritmos de sueño y vigilia, y está sincronizado con las fases de luz y oscuridad de la Tierra. Salvo por motivos laborales, la mayor parte de la gente funciona con ese ciclo: trabaja de día y duerme de noche. Pero eso no quiere decir que el ritmo biológico de todas las personas sea el mismo: las hay que funcionan mejor por la mañana y otras que lo hacen a última hora del día. En función de esta característica, los individuos se dividen en búhos, que trasnochan y se levantan más tarde; y alondras, que se acuestan pronto y madrugan. Ojo: también hay gente que es neutra. Por otra parte, esta clasi?cación cambia mucho con la edad. Así, los ancianos tienden a ser más alondras, y los adolescentes, rapaces nocturnas.
8. 8. No pasa nada por dormir con la tele encendida
Hay personas que planchan la oreja plácidamente mientras la televisión funciona o incluso con la luz del dormitorio encendida. Sin embargo, con independencia de nuestras preferencias, es más saludable hacerlo a oscuras. Si no observamos esta medida básica de higiene del sueño, nuestro descanso no será tan profundo como el cuerpo requiere. El reloj biológico está sincronizado con los ciclos de luz y oscuridad, y la iluminación arti?cial rompe ese ritmo, lo que causa a la larga numerosos trastornos, algunos graves. Por ejemplo, puede afectar al estado de ánimo y se encuentra detrás de numerosos brotes de depresión.