En el campamento antiimperialista en Frassanito, Apulia, las voces de resistencia de Venezuela, Palestina, Cuba y Nicaragua se unieron en un mensaje de esperanza y solidaridad. En un contraste evidente al G7, movimientos y organizaciones reafirmaron su compromiso con la lucha contra la opresión imperialista y el camino hacia un mundo sin muros ni barreras.
Con la resistencia palestina como ejemplo, se destacó la importancia de unir la lucha y utilizar la memoria histórica para forjar un futuro de justicia y libertad. Además, se expresó un firme apoyo a los países que desafían al imperialismo, como Cuba, Venezuela y Nicaragua, y se propuso intensificar la campaña contra el bloqueo a Cuba y las medidas coercitivas impuestas por el imperialismo.
Artículo íntegro:
Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 15 de junio de 2024.
En el campamento antiimperialista, que tuvo lugar en Frassanito, Apulia, como contracumbre paralela al G7, movimientos, partidos, organizaciones territoriales e internacionales recibieron con gran emoción el saludo de la embajadora de Venezuela en Italia, María Elena Uzzo. La voz de la Venezuela bolivariana resonó así junto a la de Palestina, Cuba y Nicaragua, para indicar la resistencia de los pueblos que no se someten a la arrogancia del imperialismo, y que señalan un nuevo camino, tras las grandes revoluciones del siglo XX.
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Contra el G7, el G-Mundo, se ha dicho. Un mundo sin explotación del trabajo, sin opresión imperialista, ni opresión a las mujeres y a la diversidad. Un mundo sin muros ni barreras, sin OTAN y sin Troika. Un mundo de paz con justicia social, que sólo se puede lograr en la lucha por el socialismo, como está sucediendo en Venezuela.
En el aquí y ahora de un país capitalista como Italia y de una Europa de banqueros y del complejo militar-industrial, para las fuerzas alternativas la premisa es construir un bloque social anticapitalista, antiimperialista y antipatriarcal, que ponga en el centro los valores y contenidos de una nueva humanidad.
Hoy, dijeron los participantes del campamento, la lucha por la autodeterminación de Palestina, la resistencia heroica del pueblo palestino a la ocupación sionista y a un genocidio que ninguna retórica sobre los “derechos humanos” puede detener, indica el camino, concreto y simbólico, para comenzar de nuevo: uniendo la resistencia en la lucha, utilizando la memoria histórica de las clases populares, la memoria histórica de la lucha antiimperialista y antineocolonial, la memoria histórica de las revoluciones, como plataforma para relanzar el futuro. Y así acompañar a las jóvenes generaciones hacia un nuevo vuelo: para que puedan avanzar, leer como pájaros, pero no como plumas.
Con la acción del 7 de octubre, la resistencia palestina demostró que, con lucha y sacrificio colectivo, se pueden hacer estallar los planes del sionismo y del sistema dominante: demostrando, incluso en este contexto, que “el imperialismo es un tigre de papel”.
El capitalismo en crisis estructural intenta resolver sus contradicciones con la guerra imperialista, que deben pagar las clases populares. La contrapartida es situarse en el campo que está diseñando un nuevo orden multipolar, sobre todo gracias al impulso de los países BRICS, pero también gracias a la dirección concreta mostrada por las democracias populares, posneoliberales y socialistas que, en el camino de las revoluciones del siglo XX (China, Cuba, Vietnam, etc.) caracterizan el socialismo del siglo XXI en América Latina.
Para los participantes en el campamento, América Latina y Venezuela en particular, nos invitan a interrogarnos sobre los costos a asumir si se logra, como en Venezuela, llegar a un cambio a favor de los sectores populares, blancos de los ataque multiformes del imperialismo.
De la rica, franca y fraternal discusión que tuvo lugar durante el campo antiimperialista, surgió la necesidad de continuar con una agenda de lucha común contra los objetivos del G7 y la OTAN, contra el régimen sionista y quienes lo apoyan, contra la políticas antipopulares y represivas de los gobiernos europeos.
Por ello, la asamblea decidió apoyar firmemente la existencia y resistencia de aquellos países en los que las clases populares deciden su propio destino, empezando por Cuba, Venezuela, Nicaragua y los países que hacen referencia al Socialismo del siglo XXI.
Porque –se ha dicho– demuestran concretamente que existe una alternativa al capitalismo, practicable ahora mismo. Por eso, el imperialismo esconde su fuerza y consenso, y trata por todos los medios de imponer las recetas de siempre y sus payasos, como vemos en Argentina con Milei.
Por lo tanto, se propuso apoyar el derecho del pueblo venezolano a elegir a su representante, el Presidente Nicolás Maduro, sin injerencias en las elecciones del 28 de julio, desenmascarando la campaña de mentiras difundida por los medios de guerra.
Además, se propuso intensificar la campaña contra el bloqueo a Cuba y contra las medidas coercitivas unilaterales impuestas por el imperialismo a Nicaragua, Rusia y todos los gobiernos que no acepten su servidumbre.
Luego, unos jóvenes pintaron sobre un lienzo blanco una enorme escritura roja que decía: “28 de julio, Nicolás Maduro presidente”. Y la pancarta fue llevada en la marcha contra el G7 que tuvo lugar al final del campamento.