Hoy, 28 de enero de 2025, se cumplen 47 años de una de las peleas más memorables en la historia del boxeo: el duelo entre Alfredo «El Salsero» Escalera y Alexis «El Flaco Explosivo» Argüello.
Aquella noche de 1978, en el estadio Juan Ramón Loubriel de Bayamón, Puerto Rico, dos campeones entregaron todo en el ring en un combate que mezcló técnica, poder y corazón.
Escalera, el campeón mundial superpluma del CMB, defendía su título por undécima vez. Con un estilo impetuoso y un récord de 40 victorias, el puertorriqueño era el favorito de su gente. Frente a él, Argüello, un nicaragüense temible con 55 victorias y 45 nocauts, buscaba su segunda corona mundial. Conocido por su devastador golpe de derecha, «El Flaco Explosivo» prometía una batalla sin cuartel.
Desde el primer asalto, el combate fue una guerra. Escalera, apoyado por una multitud frenética, atacó con furia, pero Argüello respondió con golpes precisos y contundentes.
Una pelea épica con Argüello y Escalera en el ring
La pelea se intensificó con cada round: Escalera sangraba por cortes en las cejas y el labio, mientras Argüello aprovechaba cada apertura para conectar sus famosos derechazos. El público, enloquecido, vibraba con cada golpe.
En el séptimo asalto, Argüello comenzó a dominar, pero Escalera, herido y agotado, no se rindió. En los rounds siguientes, el puertorriqueño recuperó terreno, conectando golpes poderosos que hicieron sangrar también a su rival. Sin embargo, en el decimotercer asalto, el árbitro Arthur Mercante detuvo la pelea debido a los severos cortes de Escalera. Argüello se alzó con la victoria, arrebatándole el título en un final dramático.
Esta batalla no fue el final. En 1979, ambos se enfrentaron nuevamente en Italia, y Argüello volvió a ganar, consolidándose como una leyenda. Años después, en 2003, se reencontraron en una exhibición benéfica, demostrando que el respeto y la admiración mutua los unían más allá de las rivalidades.
Hoy, recordamos aquella noche en Bayamón, un duelo que nos enseñó que la grandeza no se mide solo por las victorias, sino por el coraje y la pasión con que se libran las batallas.