Era el primer Mundial de Fútbol en efectuarse en diciembre y muchos, incluyéndome, era escéptico por la fecha. Además, con lo de Qatar había dudas, que rápidamente se fueron disipando por una gran organización y presentación de cada estadio. Y fue en ese escenario, tan lejano para América Latina; que todos saltamos de emoción cuando fuimos Montiel en ese último penal, con el que Argentina se hizo campeón.
He visto fútbol desde hace ya unos 20 años, no diré que desde niño, pero sí en mi adolescencia. Mi equipo siempre será el Manchester United, y he celebrado (así como sufrido) con el mismo y seguiré; porque eso hace un verdadero fan. Pero cuando de fútbol se trata, uno debe ser objetivo, por ello es que no me cabe la menor duda de que el mejor juego de la historia fue esa final entre Argentina y Francia.
Siendo yo tan fanático del cine, del buen argumento, del inteligente storytelling en estos tiempos modernos; también me gusta el drama que genera un partido. Y en efecto fue cine, esa final tuvo absolutamente de todo; convirtiéndolo en un hito de la humanidad.
El épico viaje de Argentina comenzó desde antes, con esa mítica canción «Muchachos» de La Mosca; que de hecho provenía de un cántico de la hinchada que ellos popularizaron. Todos estos ingredientes, junto con la amplia cábala que tenían los argentinos de por qué este era su Mundial, le daban una sazón increíble a seguir a la Albiceleste.
Una batalla épica entre Argentina y Francia
Fue así que tras duros partidos, controversias, pleitos y la genialidad de ese pequeño gigante llamado Messi, se consagraron con un merecido trofeo que los situaba como lo mejor del mundo.
Pero hablando de la final como tal, en realidad que fue una epopeya de proporciones épicas. Argentina vapuleó a Francia en el primer tiempo, con dos goles que parecían sepultarlos. Sin embargo, Francia con un Mbappé inspirado logró la remontada y las cosas se pusieron tensas.
El tiempo extra fue realmente de precisión quirúrgica, nadie quería arriesgar; las piernas pesaban y las ideas de que se escapara el triunfo empezaba a sentirse en los argentinos. Pero ahí estaba Messi y compañía, quienes con sus últimas fuerzas, alentaban a todo un país, a ese espíritu de Maradona; hasta que llegó ese gol a pura garra que les dio la ventaja.
Los minutos siguientes serían de la mayor emoción del mundo. El Dibu, ese portero incomprendido y tan talentoso que nos ha regalado el fútbol, parando jugadas claras de gol para Francia. Eso impregnaba todavía más emoción a un platillo cargado de las mismas.
Sin embargo, llegaría un penal que pondría la situación todavía más angustiosa, con Mbappé marcando desde los 12 pasos el 3-3.
El final de las finales del fútbol
La ronda de penales no había persona en el mundo que no estuviera de rodillas, sufriendo, expectante, nervioso, soñando, aspirando a una resolución que no podía ser otra más que de color albiceleste.
Cada penal pateado era un subidón de adrenalina y de la presión para aquellos que ya vamos avanzando en la edad. El Dibu se lució, a como ya es su sello personal. Y el destino, el Dios del Fútbol, llegaría a ese momento que solo de recordar se me hace un nudo en la garganta… ese momento en que «Todos Somos Montiel».
Bueno, aquí en Nicaragua ni recuerdo la locución porque los que la hicieron no eran para nada notables, pero sí cuando vi los videos de los narradores profesionales de fútbol argentino, ahí me di cuenta de que este partido era histórico.
Es tan importante este juego de fútbol que debería guardarse en una cápsula de la humanidad y estar en el espacio. Sí, allá, con el Barrilete Cósmico.
No más discusión entre Messi o Cristiano Ronaldo
Además, zanjó aquella discusión de quién es más, Messi o Cristiano. Uno se alzó con la copa de Campeón del Mundo y el otro salió llorando a los vestidores.
Que no se interprete mal, yo fui un Anti-Messi por muchos años, nunca me gustó su Barcelona y la falsedad que profesaban, y más bien era Team Bati-Pibe por todo lo hecho con el Manchester United. Ya luego se fue al Real Madrid y el encanto fue cayendo.
Aun así, siendo objetivo, este Mundial demostró que solo podía haber uno mejor que el otro, y ese terminó siendo Messi. No por mucho hay que aclarar, ambos son igual de buenos, pero este trofeo sí puso a uno apenas unos centímetros por arriba del otro.
Pero pasando ese tema tan mundano, lo que vale más que todo es que el fútbol, el deporte más sagrado de la humanidad, tuvo su lugar en el Olimpo.
El abrazo de esa selección fue de más de 20 guerreros, de un entrenador de hierro y por supuesto, de Maradona allá en el Cielo de los Grandes.