El 19 de mayo de 1994 a Andoni Zubizarreta le comunicaron que dejaba de ser el arquero del Barcelona durante el vuelo de regreso de Atenas, donde el internacional español venía de encajar cuatro goles en la final de la Copa de Europa contra el Milan.
Aquel doloroso 4-0 desembocó en la marcha de uno de los símbolos del club azulgrana e inició la decadencia del «Dream Team» que gestó el holandés Johan Cruyff y que había ganado su primer gran torneo continental apenas dos años antes. Mucho ha cambiado desde que Zubizarreta pasara aquel mal trago: el Barça acumuló luego tres Ligas de Campeones, dos de ellas bajo la dirección de Pep Guardiola, entonces su compañero. Pero algunos tics siguen reconocibles en el proceder de la entidad catalana, que el lunes, a pocas horas de que los Reyes Magos visitaran los hogares españoles, puso nuevamente de patitas en la calle al ex portero, cesándolo de su cargo como director deportivo.
Lo hizo mediante un frío comunicado y sin apenas haber digerido la derrota de la noche anterior en cancha de la Real Sociedad, 1-0, que dejó al Barsa tocado en lo anímico aunque a flote en la liga, donde permanece a un punto de distancia del líder Real Madrid, con 21 fechas por delante (una más para los madridistas). La reacción fulminante olió a mosqueo por las palabras del propio Zubizarreta señalando al actual presidente, Josep Maria Bartomeu, como máximo responsable de la sanción de la FIFA que ratificó recientemente el TAS y que impide a los azulgranas fichar futbolistas hasta dentro de un año.
La jornada más esperada por los niños «culés», pendientes de la cabalgata de Reyes y el anual entrenamiento a puertas abiertas del plantel, ya empezó mal con la ausencia del astro argentino Lionel Messi de la sesión preparatoria. El motivo oficial aducido fue «gastroenteritis», pero las razones chirriaron en el entorno barcelonista consciente de las recientes diferencias del delantero con el técnico Luis Enrique, quien lo dejó en la banca durante la primera mitad en San Sebastián, y al tanto de que no sería la primera vez que Messi expresa su malestar quedándose en casa.
Los capitanes ya debieron convencer al rosarino hace tres años, cuando Guardiola también le relegó a la suplencia, precisamente en Anoeta. Fue el inicio del deterioro de la relación personal con el entonces entrenador, quien hizo las maletas a final de curso para tomarse un año sabático. Empezó igualmente entonces a tambalearse el mejor Barça de la historia, cada año más débil respecto al anterior. Incapaz de alargar el ciclo dorado, se rebajaron primero las expectativas concernientes al estilo, luego la exigencia de ganar, y hoy se lucha por volver a competir.
Los azulgranas siguen vivos en el campeonato, juegan el jueves los octavos de final de la Copa del Rey y han clasificado primeros de grupo a la segunda fase de la Champions; pero ni el juego ni los resultados convencen ya ni a los aficionados ni, parece ser, a los propios jugadores. El capitán Carles Puyol decidió colgar las botas y pasar a los despachos, pero solo duró tres meses y medio pues optó por dar portazo unas horas después de anunciarse el cese de Zubizarreta. Otro referente como el arquero Víctor Valdés también eligió cambiar de aires al término de la campaña anterior y el admirado Xavi Hernández solo se hizo atrás cuando no se concretó su fichaje por un equipo catarí.
Al ex director deportivo le duele seguramente el corazón, a Messi la barriga, a Luis Enrique la cabeza, y a Bartomeu, los hombros. El Barcelona, como hace dos décadas en aquel vuelo de vuelta de Atenas, no está para festejos.
BARCELONA, ESPAÑA (AP)