Durante décadas, como director general de Microsoft, Steve Ballmer fue el principal animador de la gigante tecnológica. Su voz sonora y la forma en que felicitaba a sus subordinados, chocando las manos en alto, son gestos ya famosos en los alrededores de Seattle.
Ahora que Ballmer ha accedido a comprar los Clippers de Los Ángeles en 2.000 millones de dólares, aportaría ese entusiasmo más al sur y en el ámbito deportivo. Ballmer es fanático del deporte desde su niñez. Le gustaba jugar basquetbol sin contar con las condiciones atléticas para destacar. Así, enfocó su pasión en ser auxiliar técnico del equipo en la secundaria Country Day de Detroit, su ciudad natal.
Ahí, apoyó a los jugadores y se destacó como perfeccionista con las estadísticas. Se cercioraba de que las toallas y los balones estuvieran perfectamente ordenados. Las botellas de agua tenían que estar listas en el momento en que los jugadores salían de la cancha. «Y desde luego, los alentaba», dijo el entrenador John Hansen a Fredric Alan Maxwell, quien escribió en 2002 un libro titulado «Bad Boy Ballmer».
En el traspatio de la casa de Ballmer no había una cesta de basquetbol. Sin embargo, los chicos del vecindario se enteraban cuando quería jugar. «Era muy ruidoso cuando gritaba para ver si alguien iba a jugar, dijo Rob Mason, su amigo de la infancia, en el mismo libro.
Al jugar, Ballmer no era menos determinado.
«Uno podía ver por qué Steve logró después tantas cosas», comentó Mason. «Seguía avanzando hacia la cesta. Era sumamente competitivo».
Con estos antecedentes, Ballmer, de 58 años, sería el «dueño perfecto» para los Clippers, dijo Maxwell. Es un gran fanático del basquetbol, pero organizado y analítico como para dirigir una gran organización. «Sabe cómo contratar talento. Eso no le fallará», consideró el escritor.
Pero a muchos les sorprenderá el grado de emoción que puede desplegar Ballmer. «Cuando jueguen contra los Lakers, (el actor Jack) Nicholson estará sentado y Ballmer saltará por todo el graderío», vaticinó. «Es su lado maniático».
Además del entusiasmo que hizo famoso a Ballmer en Microsoft, sus credenciales son impresionantes.
Ayudó a que la empresa se convirtiera en una gigante del software después de desertar de la carrera de administración en Stanford para ayudar a Bill Gates, su amigo de la universidad. Se unió a Microsoft, como su 30mo empleado, en junio de 1980.
Desde la oferta pública inicial de Microsoft, en 1986, las acciones de la compañía han saltado alrededor de 41.000%, lo que ayudó a construir la cuantiosa fortuna de Ballmer, estimada por la revista Forbes en casi 21.000 millones de dólares.
Ballmer renunció a la dirección general en febrero, luego que los inversionistas se impacientaron con el lento progreso de la empresa para adaptarse a una nueva era de computación móvil, dominada por las «tablets» y los teléfonos multifuncionales. Uno de los negocios principales de Microsoft la venta de su sistema operativo Windows se ha visto amenazado por la reducción en la demanda de computadoras personales, pese a que las soluciones para empresas y los llamados servicios en la «nube» están cobrando fuerza.
Ballmer tiene la reputación de ser muy competitivo y persistente. Ello podría ayudar a un equipo que en esta campaña tuvo el segundo mejor papel en sus 44 años de historia.
LOS ÁNGELES (AP)